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Garrahan: un triunfo para tonificar los ánimos
En tiempos en que los golpes contra las condiciones de vida del pueblo impactan en el estado de ánimo, las y los trabajadores del Hospital Garrahan lograron un avance que tonifica la lucha. El aumento del 61% en la asignación básica de todo el personal (esto incluye planta, contratos, becas y residencias) conseguido a principios de mes fue conquistado desde abajo, en un hospital que hace historia no solo por su excelencia médica, sino también por su capacidad de pelea.
Desde hacía meses, los sueldos estaban por debajo de la línea de pobreza, con becarios, residentes y contratados cobrando cifras que no alcanzaban para vivir. En el hospital más emblemático de la salud infantil argentina, muchos trabajadores debían tener dos o tres empleos para sostenerse. A eso se sumaban guardias saturadas, falta de insumos y una estructura desgastada por años de desinversión.
Para graficar la importancia de esta victoria, para el Garrahan y para el conjunto de los trabajadores: si una enfermera con antigüedad de 5 años venía cobrando $1.000.000, ahora ganará $1.800.000. Una distancia sideral respecto de los acuerdos de 1 o 2% de aumento cada tanto que firman la mayoría de las conducciones sindicales dirigidas por la burocracia.
Organización
Durante todo el tiempo que duró la lucha, el Garrahan protagonizó marchas, paros y hasta la ocupación de las oficinas administrativas del hospital. Fue fundamental la organización en asamblea y la coordinación entre las y los trabajadores a pesar de las distintas tareas y modalidades de contratación, arma que utilizan las patronales -en este caso el Estado- para dividir. A nivel de las organizaciones sindicales, fue importante la intervención de la Asociación de Profesionales y Técnicos (APyT) y de la Junta Interna de Ate. Las direcciones de Capital y Nacional de Ate tuvieron sus idas y vueltas, sobre todo con el reflejo conservador respecto de las amenazas propias de la conciliación obligatoria, situación en la que quienes no quieren sacar los pies del plato se encuadran en la legalidad. Controversia que, de todas formas, no se compara con la actitud antiobrera de UPCN, funcional al recorte y el ataque permanente del gobierno libertario.
Así, mientras unos hablaban de “diálogo”, otros hacían paro. Mientras algunos pedían paciencia, las y los trabajadores del hospital salían a enfrentar los intentos de disciplinamiento.
Hipocresía
Desde el comienzo, la línea del gobierno nacional de cara al conflicto fue la de culpar a los presuntos “ñoquis” por la falta de financiamiento. Los libertarios, con el ministro Lugones a la cabeza, adaptaron el discurso de la “casta que le roba al Estado”, esta vez para atacar a quienes sostienen el hospital con su trabajo, bastardeando las tareas auxiliares a la intervención médica, en especial las administrativas. La realidad es que muchos profesionales caen en el pluriempleo para subsistir -cuando por la responsabilidad de su tarea deberían tener una dedicación exclusiva- y tantos otros decidieron abandonar la institución en busca de estabilidad económica.
La dirección del hospital todo el tiempo se alineó con los intereses del gobierno nacional. Tras darse a conocer el aumento, el comunicado oficial habló de un “acuerdo histórico” y de cosas como seguir trabajando por la eficiencia. Una manera elegante de reconocer la derrota. El gobierno viró su posición presionado por quienes le vienen financiando el plan económico. Una de las condiciones que pusieron los padrinos Trump y Bessent fue la de emprolijar las relaciones políticas: esto incluyó darle cierre a la lucha más importante que se desarrolló en el año.
Solidaridad
Por supuesto, ello no hubiera sido posible sin la férrea pelea que dieron las y los trabajadores, quienes lograron ampliar el arco de solidaridad, cuestión clave en toda lucha que se prolonga en el tiempo. El Garrahan suscitó la simpatía de las más amplias organizaciones populares, pero además sumó la movilización de las familias que allí se atienden, además de haber empalmado con otros conflictos ligados a las condiciones de salud, como la lucha de las familias con discapacidades. La pelea obrera saca ventaja allí en donde logra terciar en escenarios políticos de conflicto, como fue en este caso. La movilización del 17 de julio a Plaza de Mayo, que obligó a salir a la calle a sectores de la burocracia, fue quizás el pico más alto de las contradicciones sobre las que esta pelea logró hundir el cuchillo.
En momentos en que se discute un nuevo ataque a los trabajadores bajo la forma de una reforma laboral, sacar conclusiones de la lucha del Garrahan es fundamental para encarar los desafíos inmediatos de la pelea obrera, resistiendo los ataques en el corto plazo en la perspectiva de acumular fuerzas para derrotar el ajuste. Invencibles no son.
Valeria Casas
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