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Narcotráfico: problemas estructurales e ideológicos
En el último no transar decíamos: “Rosario se encuentra envuelta en una ola de violencia. Desde hace años la tasa de homicidios de la ciudad supera ampliamente la media nacional. Si bien asesinatos y balaceras son moneda corriente, el año pasado dos sucesos marcaron una nueva modalidad, un giro en la aplicación de la violencia. Uno fue el secuestro y posterior asesinato de una persona seleccionada al azar, sin ningún vínculo con organizaciones delictivas, para arrojar el cuerpo en las inmediaciones de Newell´s Old Boys con una nota destinada a una banda rival. El segundo fue el anuncio de ‘toque de queda’ por parte de un clan narco en el barrio La Cerámica: la amenaza a los vecinos fue que a partir de las 20hs no se podía circular por la calle, de lo contrario le costaría la vida a quien lo hiciera, hasta tanto no devolvieran la droga robada a esa villa”. En resumen, Rosario vive una situación particular. Cabe preguntarse el porqué de esta situación.
Narcotráfico y lavado de dinero
Las últimas noticias en relación a la trama narco no tienen que ver necesariamente con balaceras, sino más bien con un aspecto indispensable para el desarrollo de este negocio: el lavado de dinero y la complicidad de sectores, como lo es la policía. Uno de los nombres que vuelve a aparecer es el de Luis Quevertoque, ex comisario que en 2020 firmó un juicio abreviado al admitir haber integrado la asociación ilícita que comanda Esteban Alvarado, encarcelado en la prisión de Ezeiza actualmente, uno de los líderes del negocio de drogas que tiene mayor control sobre la zona norte de Rosario. El nombre de Quevertoque vuelve a aparecer en esta ocasión por el dictamen del quiebre de una de sus empresas, Cogrotans SRL, dedicada a los servicios de transporte y logística. Si bien no hay pruebas concretas sobre el apoyo en materia de transporte para la distribución de estupefacientes, los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra mencionaron que en su momento el ex comisario proveyó este apoyo en el traslado de mercaderías provenientes del narcotráfico.
Por otro lado, fueron detenidos a principios de abril Jorge Benegas y Francisco Rodríguez Villarreal. El primero es conocido por haber jugado el rol de “testaferro” (o “prestanombre”) de Esteban Alvarado, es decir, de montar una empresa a su nombre, en este caso también de transporte, con el fin de lavar el dinero proveniente del narcotráfico y de brindar apoyo en el traslado. El otro sujeto, Villarreal, no es más ni menos que el padre de Julio Rodríguez Granthon, alias “El Peruano”, preso desde 2019 en el penal de Marcos Paz, conocido como el distribuidor mayorista de Alvarado y Los Monos, trayendo cantidades grandes desde Perú, principalmente con control en la zona oeste de la ciudad de Rosario.
Rosario se encuentra bajo el control de estas bandas narcos: los monos que dirigen principalmente la zona sur, bajo el mando del “Guille” Cantero; Esteban Alvarado que controla la zona norte de la ciudad; y “El Peruano” que opera sobre todo en zona oeste. Las tres bandas principales que ayer se disputaban el negocio, hoy al parecer realizaron una tregua momentánea y se unificaron ahora contra el enemigo común. Esto se reflejó en la seguidilla de asesinatos de los trabajadores y una nueva escalada de violencia y amenazas contra la población, usando así al pueblo como escudo para negociar con el gobierno.
El problema del narcotráfico no tiene que ver solamente con poner preso a estos personajes. Ellos son sujetos históricos que han aparecido en la pantalla a nivel nacional porque las condiciones materiales se han generado para que aparezcan. Por lo tanto, no solo hay que erradicar a los personajes, sino que hay que atacar a las raíces del problema y a los entramados estructurales que sostienen y le brindan mayor poder económico, político y armamentístico al narcotráfico.
Por dónde se corta el hilo
El envío de fuerzas federales a la ciudad con el apoyo logístico de las Fuerzas Armadas y al mismo tiempo el anuncio de la aplicación de la ley antiterrorista por parte de Patricia Bullrich, camuflan intereses de fondo que preocupan al gobierno nacional de Milei. Es evidente que la situación particular de Rosario no tiene que ver solamente con la proliferación del narcotráfico, sino también con problemas estructurales de décadas que se profundizan. Así, el hambre y la pobreza son expresión de la desigualdad creciente entre la gran burguesía monopolista local y extranjera, que controla a la zona portuaria del Gran Rosario y el comercio exterior, y la clase trabajadora con el resto de los sectores populares. Está latente una situación explosiva, que combina aspectos del ajuste a nivel nacional, y la violencia como expresión de la descomposición social que genera el capitalismo dependiente. Situación de crisis política y social, que preocupa a las clases dominantes por el estallido social que se podría producir.
De todas maneras, cabe destacar que no solo la situación objetiva de las condiciones de vida materiales y la proliferación del negocio de estupefacientes generan esta particularidad. Se le suman las condiciones subjetivas, es decir los aspectos socio-culturales que hoy en día desvían una posible salida revolucionaria a la situación.
La juventud y la cultura narco
Hoy existen manifestaciones culturales que buscan que ciertos sectores de la juventud se identifiquen con las series de Netflix o plataformas similares que levantan las figuras de los narcos a nivel mundial, como lo fue Pablo Escobar en Colombia o el Chapo Guzmán en México. También existe la música, como L-Gante, que prolifera en sus canciones dichos como “…me le acerqué para decirle hola / el novio se fue corriendo cuando vio mi pistola” (L-Gante X El Mas Ladron X DT.Bilardo - PISTOLA - Cumbia 420). Personajes que defienden los intereses familiares o de su clan, al mejor estilo de lo reflejado en la película de “El Padrino”, por sobre los intereses de clase. Si hablamos de intereses familiares, tranquilamente podríamos hablar de intereses como los de Blaquier, los Pérez Companc y los de Paolo Rocca. Por eso, si hablamos de familias, hablamos de intereses de clase también, porque existe un régimen político con una estructura de clases y una fase del desarrollo socio-histórico que determina a los sujetos sociales. En la Argentina actual, este régimen político o sistema se llama capitalismo dependiente. En este marco, todos los sujetos pertenecen a distintas clases sociales, divididas antagónicamente por la contradicción que enfrenta al imperialismo y la gran burguesía local vs. la clase trabajadora y el resto del pueblo. Los jóvenes no son la excepción.
Un sector de la juventud de los barrios populares, por falta de perspectiva para el desarrollo de su ser, como ser humano, es la que se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad por su cercanía con el negocio de las drogas. En el imaginario y en lo concreto de un sector de esta juventud, esto significa una propuesta diferente en el marco de la pobreza: el poder del arma, el acceso al dinero de manera exponencial y la cultura yanqui que degrada al ser humano, como simple mercancía relegando incluso a la mujer como objeto sexual para el hombre, pero que produce en una parte de este sector una identificación común, dónde su vida cobra sentido y su nombre (su nombre y apellido) toma relevancia en la zona geográfica. Así, un sector de esta juventud es contratada como “soldaditos” o “sicarios”, el eslabón de menor jerarquía en la estructura piramidal del narcotráfico. No obstante, parte de estos jóvenes no son los únicos que toman como referencia a la cultura narco. Además, existe una parte del sector de la pequeña burguesía que toma a esta cultura en sus normas, reglas y comportamientos diarios. Pero quizás, ésta debería preguntarse por su rol en esta sociedad. Parados en otras condiciones de vida, pero bajo la misma dominación socio-cultural, las ideas que oprimen a una parte de este sector de la juventud también levantan las banderas de la cultura narco y sobre todo, del individualismo en contra de todo tipo de solidaridad de clase.
Estas ideas no son nuevas, pero se han profundizado. Desde los 90´ en adelante han proliferado, producto de la caída del muro de Berlín y el fin de la URSS (sinónimo para muchos del fin de la lucha de clases y de las transformaciones socio-históricas), dando lugar a las ideas posmodernas. Ideas que cuestionan la sociedad de clases y ponen como principal al individuo, en el marco de una pérdida de identidad para las generaciones nuevas, que desde el punto de vista marxista-leninista no puede ser otra que una identidad de clase, ligada al antimperialismo, el patriotismo, la revolución y la solidaridad internacional entre los pueblos. Ahora bien, para poder brindarle una salida concreta a esta juventud, hay que abrir un paraguas de preguntas y acciones en torno a cuáles son las herramientas a construir para consolidar un perfil identitario de este tipo, ya que existe una vacante en este terreno del campo revolucionario.
Urge la necesidad de construir los anticuerpos ideológicos necesarios, que permitan enfrentar una perspectiva distinta a esta crisis política y social, para generar condiciones favorables a una salida revolucionaria y antimperialista. Anticuerpos que deben cobrar vida, en experiencias concretas para los distintos sectores populares de la juventud. A la vez, hay que seguir las investigaciones de la ruta del dinero, porque si bien caen cabezas, el mismo régimen político es el que ha posibilitado que prolifere el narcotráfico, y en tanto y en cuanto no se combata la complicidad de distintos sectores empresariales y del poder político, con nombre y apellido, no se podrá combatir a la estructura que blinda y sustenta el desarrollo de este negocio con la respectiva agudización de la violencia dónde los muertos los ponen la clase trabajadora y los sectores populares.
Esteban Pietri
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