Viva la lucha del Garraham

El Hospital Garrahan es uno de los hospitales pediátricos con mayor complejidad en Latinoamérica, con un prestigio bien ganado por su capacidad interdisciplinaria para la atención de enfermedades complejas, con gran calidad de atención. Es donde las niñas y los niños de las familias sin recursos acuden para atención médica, pero también donde llegan pacientes de obras sociales o prepagas (hasta las más caras) cuando el tratamiento requerido alcanza determinada complejidad, o a donde se derivan determinadas muestras para estudios, porque es el único lugar del país capaz de ofrecer determinadas prestaciones. 
El cuidado de los pacientes tiene una complejidad gigante y así se refleja en el personal médico de todas las especialidades (cada uno, referente en su área), profesionales de enfermería, nutrición, imágenes, instrumentación quirúrgica, técnicos en anestesia, kinesiólogos, trabajadores sociales, docentes (los niños en cuidados paliativos mantienen su escolaridad), personal administrativo, de seguridad, informáticos (habiéndose desarrollado un sistema de historias clínicas digitales y otro de teleconsultas para seguimiento de pacientes de todo el país), transportistas, directivos, personal de limpieza, de farmacia... El área informática desarrolló un sistema de historias clínicas digitales y otro de teleconsultas para el seguimiento de pacientes en todo el país. Los niños internados, incluso los que están en cuidados paliativos, sostienen su escolaridad junto a docentes. Todo esto en función de recuperar la salud o, en el peor de los casos, paliar los males de quienes requieren la atención. 
Ponerse explícito sobre un tema con este nivel de sensibilidad tiene como único objetivo contrastar adecuadamente la crueldad, y la bancarrota ideológica que deriva en ella, de este gobierno de monstruos con pies de barro.
El financiamiento del hospital es variado. Un 20% de los ingresos proviene de la autogestión, como dinero de prestaciones a obras sociales y prepagas, donaciones y otras vías. El 80% restante se divide en dos partes: un 80% proviene del Ministerio de Salud de la Nación y el 20% restante, del de la Ciudad de Buenos Aires. A pesar de la relevancia social de su trabajo, el personal del Garraham cobra miserias; aunque esto no empieza con el actual gobierno, sí se agudiza. Lo vimos el año pasado cuando, después de un proceso de lucha, la dirección de ese momento decidió dar un bono a los trabajadores de $500.000. Los fondos para costearlo salieron del dinero autogestionado del hospital. Inmediatamente después de esto, el gobierno nacional cambió a la dirección y nombró a dedo a adeptos suyos, para operar el ajuste desde adentro.
Un año después, sin ningún aumento salarial en ese período, los residentes pusieron en pie un plan de lucha con eje en el aumento salarial. Están cobrando $797.000 mensuales, trabajando casi 70 horas semanales, a razón de menos de $3.000 por hora. Con un proceso asambleario que sigue en pie, con movilizaciones, paros de 48, de 72 y de 96 horas y, sobre todo, resistiendo un furioso embate de desinformación del gobierno nacional, la lucha ha demostrado la debilidad de Milei y los suyos. 
Vale la pena hacer un racconto de los tropezones discursivos del gobierno. Previo al inicio del conflicto, sabiendo que la situación de desfinanciación venía trayendo problemas, en un stream libertario Milei dijo que iba a protagonizar una obra de teatro como “abogado defensor del capitalismo”, que se iba a hacer “en el muro de Berlín”, acompañado de “rubias voluptuosas”, y que lo recaudado iba a ir al Garrahan. Fiel a su convicción original de que la salud pública no sirve para nada, y sabiendo que este centro es un claro ejemplo de lo contrario, encuentra un lugar aberrante para fingir solidaridad con la causa del hospital, siendo él quien controla la cartera oficial. 
Con el conflicto ya iniciado, Adorni salió a decir que había el doble de planta administrativa que de médicos, dando números falsos, pero además considerando como personal administrativo a enfermería, limpieza, técnicos de diferentes áreas, directivos... y descontando a los residentes y becarios. Un absurdo. Al ver la realidad, se verifica que más del 60% del personal es asistencial, una proporción normal para cualquier hospital. Además, el vocero mencionó que el hospital tiene un presupuesto récord en números reales. Lo que oculta es que ese presupuesto, puramente declarativo, está tan subejecutado que para mayo del 2025 se había girado en total un 7,2% menos que el año anterior. 
Después de esto, apareció en los medios amigos del gobierno la viceministra de salud, Loccisano, quien sostuvo el discurso de la ineficiencia en el uso de recursos, pero sin aportar pruebas, como había pasado con las acusaciones a trabajadores de su Ministerio en el área de VIH y Tuberculosis, dejando en claro que éste el modus operandi del gobierno. Lo interesante de esta persona es que, incluso con las preguntas de sus aliados en los medios, se quedó pedaleando en el aire cuando le preguntaron sobre los salarios de los residentes del Garrahan, diciendo que era un problema serio y que no querían poner un parche, pero sin decir nada real sobre el aumento. Se quejó sobre la militancia que existe entre los trabajadores, porque siguen intentando instalar la criminalización a la organización popular. Pobrísimo cuadro de la derecha, esta persona a la que mandaron a dar la cara para que no tenga que aparecer Mario Lugones, el ministro de Salud, que es el responsable de que la motosierra pase también por el hospital pediátrico.
Si esto no fue suficiente bochorno, luego aparecieron las diputadas libertarias: Santillán cuestionando el reclamo salarial de los residentes argumentando que la canasta básica es de $359.000, y Lemoine bastardeando la profesión médica. Dos inútiles millonarias, cuya única función es ser mascarón de proa del ajuste de Milei.
Llegando a fines de mayo, las autoridades ofrecieron un bono no remunerativo que llevaría el salario a $1.300.000 a partir de julio, propuesta que no fue avalada por la asamblea de residentes, que se vieron forzados a suspender el paro por la amenaza explícita de represalias. Esto no apagó la lucha, ya que a la semana siguiente los administrativos nucleados en Ate y el personal médico pararon y movilizaron. 
Al día de hoy, la lucha sigue y cuenta con un enorme apoyo popular. Tiene el carácter de haber podido confluir con otros centros sanitarios, incluso de diferentes distritos, de haberse unido con diferentes luchas, como las de discapacidad, jubilados y el "Ni una menos", y también de haberle sacado la careta una y otra vez a un gobierno que no para de chapotear con un tema que es muy sensible para la sociedad en general, que son las niñas y niños enfermos. 
En el Garrahan no sobra nadie, sino que falta personal. Cuando Loccisano habla de la productividad del Hospital usa términos desalmados, antiobreros, que poco representan lo que de hecho ocurre puertas adentro de un centro de salud. Los trabajadores tienen una convicción total de defensa del Hospital y un gran respaldo en su lucha. El gobierno cree que tiene impunidad para atacar todos los derechos del pueblo, pero se equivoca. El apoyo a la lucha del Garraham es una expresión de solidaridad con sus trabajadores, pero también debe servir para alimentar la confluencia de la pelea popular para que se vayan de una vez y no vuelvan.
En esa dirección, es importante empujar la lucha coordinada con otros centros de salud en conflicto, como el Bonaparte y el Posadas, en donde prima el denominador común del ataque a la salud pública y sus trabajadores.
Octavio Ruiz