Tercera reforma macrista del secundario

En las últimas semanas el gobierno de Jorge Macri viene anunciando un plan de reforma de la escuela secundaria que comenzaría en una serie de “escuelas piloto” de la Ciudad.  Justifica esta nueva iniciativa en los malos resultados que vienen arrojando las evaluaciones externas entre los estudiantes del nivel. El argumento es verdaderamente insólito, viniendo de un espacio que está en el gobierno desde hace 17 años y que ya llevó adelante dos reformas del secundario: la NES y la Secundaria del Futuro. Si los resultados no son buenos, definitivamente la responsabilidad principal es del macrismo. 

Con un nivel de improvisación pocas veces visto -los directivos de las “escuelas piloto” no tienen completamente claro qué hay que hacer de cara al año que viene-, los documentos, las comunicaciones y las charlas de funcionarios plantean que lo principal pasa por jerarquizar las materias Lengua, Matemática y Lenguas extranjeras, y el resto de las disciplinas agruparlas en áreas, que trabajarían por proyectos en talleres y laboratorios, priorizando las “habilidades” por sobre los contenidos y promoviendo la “evaluación por créditos”. 

Se trata de una propuesta que viene a cristalizar la pauperización de la educación secundaria, un problema que hace años viene arrastrando nuestro país en todos los distritos, y en lo que el macrismo es pionero. El desarrollo de este punto de vista, y de la polémica que desataría, debiera ser canalizado en un debate extenso y profundo. Pero no: el macrismo pretende imponerlo en cuestión de meses y de manera sorpresiva. Plantea que durante el año realizó encuentros de intercambio con distintos sectores de la comunidad educativa. Pero la realidad es que docentes, estudiantes y familias se están desayunando las novedades. Por más que la disfracen, es una reforma inconsulta.

A la cuestión pedagógica se suma el problema no menor de las condiciones laborales. El proyecto del gobierno plantea el noble objetivo de favorecer que los docentes concentren horas en una sola institución. Para eso propone la formación de cargos de 24, 36 y ¡72! horas. Ciertamente, la concentración horaria es una reivindicación de la docencia. Pero el plan del gobierno tiene muchos puntos ciegos. Primero, reordenar los horarios de una institución no es una tarea administrativa sencilla: ya con la implementación de la Secundaria del Futuro muchos docentes se vieron presionados a renunciar a horas porque no cerraban los horarios. El gobierno insiste en que nadie perderá horas, pero el reagrupamiento de las materias en áreas necesariamente redundará en menos docentes: ¿quién va a decidir, y con qué criterio, quiénes acrecientan y quiénes se van? Por último, la rigidez de los cargos que se proponen podría ser viable sobre la base de jerarquizar los sueldos, ya que hoy muchos docentes deciden trabajar más de 40hs para redondear un número que les permita vivir. En la última paritaria, el gobierno ofreció un aumento del 3%...

En las escuelas el rechazo se viene expresando con fuerza. La docencia organiza asambleas y publica pronunciamientos en contra. A nivel sindical, solo Ademys acompaña esta posición, siendo muy visible la conducta ambigua de UTE, que no deja claro si se va a oponer a esta reforma o la va a negociar.

Hay que oponerse a esta nueva reforma que no tiene nada que ver con la solución a los problemas que arrastra la educación. Seguir con el camino de las asambleas, buscando confluir con los estudiantes y las familias, avanzando hacia un paro general en contra de un nuevo experimento de los principales enemigos de la educación pública.

Facundo Palacios