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Los corruptos y los coimeros se tienen que ir

Los audios por las coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad derrumbaron una parte central del relato libertario, según el cual ellos eran diferentes a los gobiernos corruptos. El tema de la corrupción que estalló con el escándalo de la Andis ya venía acicateado por las muertes a causa del fentanilo contaminado, en donde los controles de la Anmat brillaron por su ausencia y ante la parálisis del Ministerio de Salud. Fueron también precedidos de diversas denuncias en el Pami y la Anses respecto de pedidos de aportes forzosos, además de la criptoestafa Libra. Así, el término “casta” que con tanto sentido de la oportunidad supieron instalar, se volvió un mote que les calza a la perfección a ellos mismos. Como pasó en su momento con los cantitos contra Macri, las bromas sobre el 3% de Karina se instalaron popularmente, con su secuela de pérdida de autoridad.
Aturdido por el golpe recibido, el gobierno salió a denunciar una operación de lo más desopilante, que incluiría desde espías rusos y venezolanos hasta dirigentes de la AFA, pasando por diputados opositores y periodistas, además de los jubilados y las discapacidades movilizadas. Todos contra mí, parece decir Milei en el clímax de la paranoia. Patricia Bullrich, encargada de dar la cara por semejante explicación, no perdió la oportunidad de reiterarse como una auténtica enemiga del pueblo, al reivindicar el asesinato de Santiago Maldonado por la gendarmería cuando fue ministra del macrismo.
En algo el presidente tiene razón. La operación contra él existe, pero no se explica por enredadas teorías conspirativas, sino que parte del núcleo de su equipo de gobierno. Dentro de LLA tiene varios frentes abiertos. No tiene retorno la ruptura con Villarruel, quien lejos de estar en segundo plano sale a hacer campaña por la propia. La interna entre el tándem Karina - los Menem por un lado y Santiago Caputo por el otro dejó heridas que difícilmente vayan a cerrar. Casualmente, es este Caputo quien maneja la Side desde la informalidad, ya que en los papeles es un simple asesor.
Se cae el castillo de naipes
Internas de ese calibre son propias de momentos en que el proyecto se enfrenta a una crisis con final incierto. El plan económico hace agua por todos lados. El equipo del otro Caputo, el ‘Toto’, ya no sabe cómo contener un dólar que los analistas independientes proyectan para fin de año muy por encima del actual techo de la banda, hoy en $1.400. Si la suba de estas semanas se hizo sentir en los precios, una devaluación tendría un efecto inocultable en la inflación, en un marco en que el poder adquisitivo del pueblo trabajador está pulverizado, la recesión no afloja y aumenta el desempleo. Así las cosas, el Ministerio de Economía quema reservas, implora por un salvataje del Tesoro norteamericano y presiona a la banca local, que está empezando a tomar distancia del gobierno.
La desconfianza de los banqueros se viene a sumar a la de otros sectores de la gran burguesía local, tanto del agro como de la industria, que no ven en este modelo una fiel expresión de sus intereses. Por fuera de las internas del oficialismo, el cambio de conducta de buena parte de la oposición colaboracionista refleja este problema. El reciente rechazo al veto a la emergencia en discapacidad marca un quiebre del control del Congreso que el oficialismo venía teniendo a fuerza de rosca y extorsión.
Las elecciones, un castigo
El cuarto lugar obtenido en las ejecutivas de Corrientes fueron un cachetazo para la soberbia de quienes creyeron que podían crecer enfrentando a los aliados que le tuvieron la vela durante más de un año y medio.
Pero la derrota en Provincia de Buenos Aires puso a los libertarios en la lona. El propio oficialismo nacional se encargó de nacionalizar una elección para la legislatura provincial. A pocas semanas del escándalo de los audios, con un cierre de campaña trunco por el repudio, estas elecciones fueron un castigo al rumbo de ajuste feroz que está sufriendo el pueblo.
En este marco, las legislativas de octubre no serán la ratificación del rumbo que se imaginaban hace unos meses. Llegan con una debilidad tal que, incluso ganando, como mucho van a conseguir un resultado que les permita seguir gobernando en medio de esta adversidad. Así las cosas, la pregunta de qué hacer con el gobierno vuelve a formularse en los círculos de poder. Está en juego ver que salidas ordenadas podrían ensayarse, pero el problema de fondo es sobre qué intereses se apoyaría una transición semejante. El empalme de la crisis económica con la crisis política anuncia un futuro inmediato turbulento.
Cuando irrumpe el pueblo, los de arriba tiemblan
Hasta hace no tanto, el gobierno tenía en orden la economía y la calle. Perdió el control de ambos.
El repudio a los actos libertarios tuvo su pico en la caravana de Lomas de Zamora, expresándose también en Moreno, en donde si la movilización no fue mayor en parte se debió a los paños fríos que salieron a poner el gobernador Kicillof y la intendenta Mariel Fernández. Ambos actos dejaron patente el fracaso del gobierno en construir una fuerza que, aunque pequeña, le diera cierto cuerpo movilizado: si la caravana lomense dejó la triste imagen del gobierno huyendo a la desbandada, el acto de la zona oeste mostró que ni aun moviendo su aparato territorial lograron una convocatoria digna en una canchita de barrio. Quien quiera ver en esto una mano negra del peronismo debería reflexionar sobre lo ocurrido en Corrientes, en donde dicha fuerza no es mayoritaria. Quienes abonan a la teoría de la victimización tendrían que contrastar esa hipótesis con los resultados obtenidos: perdieron en las calles y en las urnas.
Más importante aún, lo descripto mostró que el sector del pueblo que lucha contra la barbarie libertaria tiene más bronca que miedo, a pesar del despliegue represivo constante. Lomas de Zamora canalizó una acumulación que se viene gestando de manera dispersa, que tuvo sus últimos picos en el Conicet y el Garraham, que tiene en los miércoles de los jubilados su iniciativa más sostenida y que tuvo en la lucha de las discapacidades un importante envión.
Sin subestimar su importancia, es fundamental tener en cuenta que las elecciones están lejísimos de ser la batalla más importante contra el gobierno. El escenario principal de confrontación está en la calle.
En el marco de las durísimas condiciones que impone el ajuste, la pelea callejera viene creciendo, anima el repudio popular y consigue alguna victoria parcial, como el rechazo al veto en discapacidad o la marcha atrás al desmantelamiento de algunos organismos nacionales. Esto viene acelerando el desgaste del gobierno nacional. En medio de la catástrofe social que provocó el plan del gobierno, los tiempos de las instituciones no son los del pueblo. Hay que ir a más y asestarles un golpe de derrota que termine con la barbarie libertaria.
Para avanzar en esa dirección hay que alimentar la confluencia, amplia pero combativa, luchando para que los trabajadores ocupen un lugar dirigente en la pelea que protagonizan jubilados, desocupados, estudiantes, científicos, pequeños comerciantes y todos los damnificados por este modelo de ajuste, saqueo y represión. Redoblando el esfuerzo por darle forma a la fuerza social que pueda imponer un programa mínimo de suspensión del pago de la deuda externa, nacionalización de la banca, el comercio exterior y los recursos naturales, medidas que deben ser acompañadas de un aumento de emergencia de los ingresos populares y de una política que apunte a la reactivación de la industria nacional.
Lo principal es acortar los tiempos de su gobierno: se tienen que ir. El curso espontáneo de la lucha de masas puede producir un vuelco en esta tarea, pero no va a resolver las tareas antes mencionadas. Para ello hay que luchar por construir una fuerza dirigente, que se gane el respeto de los trabajadores y el pueblo en el combate diario, pero que también tenga la capacidad de mostrar, mediante la propaganda y el ejemplo, que hay una salida distinta, favorable a los de abajo.
En esa pelea empeña su militancia el PRML, levantando bien alto las banderas con las que hace 60 años nació Vanguardia Comunista: la necesidad de un partido revolucionario para luchar por el poder, avanzando hacia la Liberación y el Socialismo.
Agustín Damaso
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