La Generación Z irrumpe en el escenario mundial

Jueves, 9. Octubre 2025

Miles de jóvenes se rebelan en distintas partes del mundo contra el orden burgués imperante.

No deja de sorprender cómo, pese al devenir histórico, algunas ficciones mantienen correspondencia con fenómenos sociales, como las tiras de historieta, que se reeditan una y otra vez, pero en formato de historia real.

Tal vez sea esto lo que esté sucediendo con la Ola de la Gen Z (ola de la generación Z); un movimiento de protesta de jóvenes nacidos entre fines de los 90 y comienzos del nuevo milenio que se proyecta desde Nepal a Perú, pasando por Indonesia, Sri Lanka, Marruecos, Madagascar, Kenia, Serbia, Paraguay, etc., en muchos casos identificados con la figura de Monkey D. Luffy y su tripulación, los Piratas de Sombrero de Paja, legendarios personajes de la tira japonesa "One Piece".

Pese a la edad, el intento de identificar a este movimiento por dicha condición (Gen Z) pierde importancia cuando lo que se considera es el sustrato socioeconómico que subyace a los actores y sus manifestaciones, en líneas generales violentas, jalonadas por gran cantidad de heridos y muertos, apuntadas contra el nepotismo, dirigidas contra la corrupción y la concentración de la riqueza en las élites gobernantes, etc. Es decir, cuando de lo que se trata es de interpretar el despertar político y la rebeldía de quienes -en su mayoría jóvenes- carecen de trabajo, salario, vivienda, etc., en países donde la democracia lejos está de asegurar el acceso a la alimentación, la salud y la educación. Es decir, a lo básico.

¿Significa esto una crisis progresiva y globalmente extendida de la democracia con cánones liberales? Probablemente.

En su libro “Las crisis de la democracia” el escritor norteamericano Adam Przeworski señala que las democracias occidentales no están muriendo por golpes de Estado o rupturas abruptas, sino por procesos internos de erosión, pérdida de confianza en las instituciones, desigualdad creciente, y desencanto con la política representativa. A diferencia de Raúl Alfonsín, para quien con la democracia se curaba, se educaba y se comía, este análisis destaca que la democracia no trata de un régimen apuntado a garantizar la felicidad, la justicia o la prosperidad, sino a procesar los conflictos sociales por medios pacíficos, y que esto ya no resulta posible dada la ausencia de democracia en la base material de la sociedad, es decir, en esfera económica. El autor subraya: “La desigualdad económica creciente debilita el principio de igualdad política. Cuando los ricos tienen más poder para influir en las decisiones, la gente percibe que el sistema está manipulado, lo que mina la legitimidad democrática”.

Es probable, entonces, que para una generación formateada -cual soporte digital- por la irrupción de internet y las redes sociales antes que por la cultura del socialismo, los Piratas de Sombrero de Paja y su odisea en el mar condensen un programa de rebeldía. Y esto no debiera ser subestimado si es lo que orienta las luchas y, muy especialmente, lo que ha surgido como relevo del programa para la revolución social.

En el universo One Piece el poder se concentra en un Gobierno Mundial o autoridad central que controla los mares a través de la Marina (la fuerza represiva), la aristocracia corrupta de los Dragones Celestiales, la censura de la historia y la prohibición de investigar la legitimidad de los vencedores de dicha historia, tal como ocurriese con la quema de la biblioteca de Alejandría, las quemas de la Inquisición o las quemas del fascismo, implicando un Estado autoritario que mantiene el orden mediante la violencia, el control de la información y la desigualdad estamental de la sociedad.

En este orden social, los piratas de One Piece, especialmente los del Sombrero de Paja, no son simples delincuentes. Representan individuos que viven fuera del sistema, que no reconocen autoridad, que buscan su propio camino y justicia, y que forman comunidades voluntarias y horizontales, en especial la tripulación de Monkey D. Luffy, encarnación de una micro-sociedad donde no hay un poder coercitivo, las decisiones se toman por consenso o confianza mutua, existe diversidad, solidaridad y ayuda recíproca y nadie busca dominar al otro, es decir, todos y todas persiguen su libertad y la de los demás.

En correspondencia, Monkey D. Dragon, el líder del Ejército Revolucionario, representa el intento organizado apuntado a derribar el orden mundial opresor sin pretender otro Estado, sino liberar a los pueblos del control central, apelando a un discurso que gira en torno a la emancipación, la libertad y la autodeterminación de las comunidades. En definitiva, un anarquismo social o libertario, más que el mero caos contra el orden imperante.

Con este correlato, no es de extrañar que la prohibición de las redes sociales en la víspera de la insurrección de Nepal, cuando fueron incendiadas las sedes gubernamentales de Katmandú y otras ciudades, sumara la gota que rebalsó el vaso: las redes, precisamente por la importancia logística y la dependencia fundante de las mismas por parte de la Gen Z.

¿Se habrá corporizado un movimiento similar, aunque de signo contrario, en el ascenso del anarquismo libertario en nuestro país? Probablemente.

Es sabido que las redes sociales y la Gen Z, en particular los varones desencantados, en buena medida hicieron posible el ascenso de Milei al poder, como si se hubiese tratado de una Gen Z anarcocapitalista, aunque probablemente los desencantados hubiesen apoyado una expresión genuina de tipo “que se vayan todos”, como ocurrió en diciembre de 2001.

También es sabido que, estando en las antípodas, el anarcocapitalismo tiene puntos de contacto con el anarquismo libertario, como la centralidad de la libertad individual, la crítica a la autoridad y al poder estatal, la libre asociación basada en acuerdos sin injerencia estatal, etc.

Como supuesto anarquista, Milei prometió terminar con la casta gobernante y erigirse en “topo” del Estado. Sin embargo, por la vía de los hechos, Milei terminó defendiendo un tipo de Estado con componentes narcomafiosos, por lo que propiamente no fue un “anarco capitalista” sino un “narco capitalista”, que actuó en salvaguarda del gran capital financiero y tuvo como base de sustentación al lumpen proletariado que confió en sus promesas.  

Como contrapartida, hasta el presente, ningún levantamiento insurreccional reciente de la Gen Z libertaria o “One Piece” ha concebido la conquista del poder ni la construcción de un Estado obrero y popular para terminar con el nepotismo, la corrupción, derrocar la resistencia burguesa a la expropiación, etc., por lo que es de esperar que este movimiento tenga los días contados o que, en el mejor de los casos, sobreviva en las márgenes del sistema, sin alterar sustancialmente el orden imperante, fundamentalmente por ausencia de un programa revolucionario con una perspectiva de poder de clase. 

Indudablemente, es responsabilidad de los revolucionarios intervenir con dicha perspectiva y disputar el movimiento de masas al influjo del anarquismo y otras expresiones burguesas y pequeñoburguesas. El simple ascenso de las luchas contra la miseria y la opresión es un aliciente en este sentido.

Jorge Díaz

Jueves, Octubre 9, 2025 - 20:45

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