No hay apoyos sin condiciones
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Desde el año pasado el gobierno viene aguantando su programa económico a fuerza de sacar conejos de la galera. Primero fueron el blanqueo y el adelanto de bienes personales. Luego vino el acuerdo con el FMI. Tras ello un nuevo blanqueo. Pero a medida que pasan los meses se va agotando la magia. El clima exultante que se vivía en el oficialismo tras el anuncio de las retenciones cero y del supuesto acuerdo con el Tesoro de EEUU, se enfrió a los pocos días.
El apoyo norteamericano por ahora es más moral que otra cosa. El mandamás yanqui Trump se encargó de aclarar que cualquier ayuda económica vendrá después de las elecciones, es decir que la condiciona al resultado de las mismas. Y tampoco queda claro de qué se trata esa ayuda. Las posibilidades van desde un swap entre ambos gobiernos hasta una ayuda en las conversaciones con el FMI. No se descarta un préstamo contante y sonante, pero la situación interna norteamericana aleja esa posibilidad. Desde la oposición demócrata hasta productores agropecuarios se quejan de que los fondos de su país se usen para ayudar a un aliado político del presidente. Contra los pronósticos de quienes veían a una derecha filofascista imparable en la región, a Trump le cuesta sostener su frente interno, y sus socios en América Latina no están en el mejor momento, con Milei que le va como le va y Bolsonaro condenado a prisión. Ampliando un poco el espectro, las movilizaciones en Perú contra Boluarte y en Ecuador contra Novoa dan cuenta de una derecha en crisis. De más está decir que, si termina llegando una ayuda yanqui, no va a ser solo por afinidad entre sus presidentes. Las posibles condiciones van desde la instalación de bases militares hasta el acceso preferencial a bienes estratégicos, pasando por el desarme de las posiciones chinas en nuestro país; todas cosas que atentan contra nuestra soberanía nacional.
El anuncio de las retenciones cero duró un suspiro. Primero porque al limitar de hecho la oferta a las grandes cerealeras, que en unos días alcanzaron el cupo de USD 7mil millones, levantó la furia de los productores agropecuarios, sin distinción entre pequeños, medianos y grandes, que se quedaron afuera: ellos les venden a los exportadores, que sí les cobran las retenciones. Quienes se siguen imaginando a la “puta oligarquía” igual que hace un siglo, se perdieron la financiarización de la exportación de granos. Hoy las familias de apellido ilustre se inclinan ante nombres como Bunge, Dreyfuss, Cargill o Cofco. La bronca de “el campo”, que en las elecciones de Buenos Aires votó mayoritariamente al peronismo, se suma a la de los industriales que con este modelo no paran de retroceder.
Peor aún, el ministro Caputo ya se fumó casi toda esa plata, que consiguió a un altísimo costo fiscal, en tratar de sostener el precio de la divisa. Sumado al “cepo sui géneris” al dólar que les impuso a las billeteras virtuales no bancarias, son una confesión de parte de que su modelo ya no da para más. De todos lados lo corren al gobierno con la necesidad de una devaluación, pero el elenco libertario no está dispuesto a ceder hasta después de las elecciones. Los días que restan hasta el 26 de octubre van a ser eternos.
A la desbandada
Como si tuviera pocos problemas, vuelve a la primera plana la relación de José Luis Espert, primer candidato a diputado en Buenos Aires (que al cierre de esta edición se bajaba de su candidatura), con el narco Fred Machado quien, con prisión domiciliaria y a la espera de ser extraditado a EEUU, no solo le habría financiado la campaña presidencial en 2023, sino que se investiga si juntos hicieron maniobras de lavado. Por más que Milei lo siga bancando, los balbuceos del economista bravucón no convencieron a nadie, al punto de que varios en el gabinete le soltaron la mano, como Francos y Patricia Bullrich, además del PRO que salió a desmarcarse. Se trata del mismo Espert que le presentó al presidente a su amigo Spagnuolo, cosa que niega al igual que su vínculo con la plata sucia de Machado.
Si antes de este escándalo les costaba salir a hacer campaña, ahora directamente se tienen que esconder, bajo el eufemismo de “reprogramar” sus apariciones. Porque el problema no se agota en las amistades de Espert. Los libertarios tuvieron problemas en Tierra del Fuego y en Santa Fe, en donde fueron repudiados por sendas movilizaciones. Al cierre de esta edición Milei se jugaba la carta del Movistar Arena, moviendo todos los recursos con los que cuenta para dar una imagen mejor que la que dejó en la canchita de barrio de Moreno.
Así como la calle, el Congreso también le viene siendo esquivo. La semana pasada el Senado rechazó los vetos a las leyes de emergencia pediátrica y de financiamiento universitario. Los libertarios siempre fueron minoría en ambas cámaras; si el parlamento pasó de estar “domado” a que lo domine la oposición, es por el abandono de los viejos aliados que toman distancia. El resultado de las legislativas va a servir para redefinir los términos de las relaciones. Parece improbable que Caputo siga en su cargo a partir de fin de mes; su lugar sería ocupado por cualquier vocero de la devaluación. Si hubiera una derrota dura, los cambios en el gobierno podrían ser más profundos: volvió a tomar fuerza la chance de un gabinete compartido con el PRO. Incluso si un mal resultado electoral empalmara con una situación de repudio popular insostenible, no hay que descartar que sectores de la oposición fuercen un recambio vía asamblea legislativa. La terquedad del elenco gobernante, que ratificó toda su línea de acción tras la derrota en Buenos Aires, hace que la situación sea aún más inestable. La promulgación de la ley de discapacidad sin garantizar su financiamiento fue una nueva provocación en la misma línea, y se espera que hagan lo mismo con las dos leyes recientemente ratificadas.
Los sectores burgueses que hoy atacan al gobierno tienen un programa cuyo centro es la devaluación y la libre flotación del dólar. En el corto plazo, esta medida tendría un impacto sumamente negativo en el pueblo trabajador: el valor del salario y de los ingresos populares en general, ya de por sí muy bajos, se verían pulverizados. Es en este marco de quiebre por arriba se abre la posibilidad de una irrupción del movimiento de masas que tercie en la situación.
Se resuelve en la calle
Semanas atrás, el movimiento de mujeres y diversidades encabezó una inmensa demostración popular en repudio a los femicidios de Brenda, Morena y Lara. Lo principal es la exigencia de justicia y el acompañamiento a las familias. Más allá de eso, la concentración espontánea del miércoles en Plaza Flores y la marcha del fin de semana en el centro porteño -con réplicas en todo el país- tuvieron un inmenso valor político. Primero, porque se reinstaló a fuerza de movilización la agenda de reclamos de mujeres y diversidades, bastardeados desde el oficialismo y el paraoficialismo por la misoginia libertaria. Pero sobre todo, porque volvió a ganar la calle como hace mucho no se veía, corriendo del centro de la escena el accionar represivo.
En la misma línea, los repudios a los actos de campaña ratifican que se está produciendo un quiebre en la situación. Luego de una etapa en donde la movilización estuvo orientada casi exclusivamente a la presión parlamentaria, van apareciendo estas expresiones de bronca callejera que reclaman que esto se termine de una vez.
Ante la inminencia de las elecciones, hay que aprovechar para que el golpe en las urnas favorezca la pelea en las calles. Ratificamos nuestra táctica de impulsar un voto programático por la positiva, apoyados en las experiencias de confluencia que favorezcan y promuevan este punto de vista.
Nuestro programa mínimo es compartido por amplios sectores que luchan con honestidad por el bienestar y la soberanía: suspensión de los pagos de la deuda, nacionalización de la banca, el comercio exterior y los recursos estratégicos para garantizar en lo inmediato aumentos de salarios, de jubilaciones, de los presupuestos de salud y educación, reactivación de la industria nacional y de la obra pública. Se trata de un programa que no va a encontrar cauce en el actual gobierno, por más cambios que pueda haber en el gabinete. Por eso se tienen que ir. Tampoco es un programa que vaya a aplicar una oposición que solo busca una devaluación que equilibre la relación entre las distintas fracciones del gran capital.
Para imponer este programa hay que reforzar la intervención de los de abajo, pugnando por la aparición en el centro de la escena del movimiento obrero, junto al movimiento de desocupados, jubilados, estudiantes, mujeres y diversidades, y todos los damnificados por la barbarie libertaria. Golpear en las urnas para derrotarlos en las calles, trabajando hacia el paro activo nacional para que se vayan y para imponer una salida popular en nuestro país.
Agustín Damaso
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