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Fuera yanquis de Venezuela

En el amplio escenario del Caribe y la costa venezolana se desarrolla la ofensiva yanqui que busca lastimar la soberanía de Venezuela, desestabilizando al gobierno de Nicolás Maduro. Mientras los buques de guerra, los ataques navales y las sanciones económicas se suman para asfixiar a Venezuela desde fuera, también se teje un entramado al interior de su oposición oligárquica y gusana que legitima y colabora con ese cerco.
Militarización y crímenes en el mar
Durante las últimas semanas, la presencia militar yanqui en el Caribe ha intensificado las operaciones navales y aéreas cerca de las costas venezolanas. Bajo el pretexto de combatir el narcotráfico y los cárteles que operan en la región, Estados Unidos desplegó destructores, submarinos y aviones de combate.
El hundimiento de lanchas pesqueras bajo la excusa de que sus ocupantes serían “narcoterroristas” -sin pruebas de ningún tipo para tal acusación- es calificado por analistas del Consejo de Derechos Humanos de la ONU como “ejecuciones extrajudiciales”. Se trata de crímenes lisos y llanos. Sin información oficial, se calcula que cinco de estas embarcaciones fueron abatidas, dejando unos 27 fallecidos. Al respecto, el vicepresidente Vance afirmó que “matar a miembros de carteles que envenenan a nuestros ciudadanos es el mayor y mejor uso de nuestras fuerzas armadas”. En la misma dirección fue el secretario de Estado Marco Rubio, quien refiriéndose a un bote hundido dijo que “en lugar de interceptarlo, por órdenes del presidente, lo hicimos estallar. Y volverá a ocurrir. Quizá esté ocurriendo ahora mismo”. Prepotencia yanqui en estado puro.
El cerco no se reduce solo a lo militar: el embargo económico, las sanciones sobre el petróleo y la minería, y la paralización de la logística de importaciones y exportaciones son parte de una estrategia para asfixiar a Venezuela, terminar por la fuerza con el gobierno bolivariano y abrirle la puerta a los líderes obsecuentes con el amo del norte.
La oposición venezolana y su pacto con Washington
A diferencia de 2019, en donde los yanquis, sus aliados y sus cuzcos carroñeros apoyaron a Juan Guaidó como “presidente en el exilio”, ahora el enfoque apunta a derribar a Maduro por sus supuestos vínculos con el narcotráfico.
La oposición venezolana que lidera María Corina Machado se ha alineado abiertamente con esta estrategia. Machado, quien fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz, ha declarado públicamente que el enfoque de Trump contra el “narcoterrorismo” vinculado al gobierno de Maduro es “absolutamente correcto”.
Machado ha participado de conversaciones y contactos directos con funcionarios de Washington (como el enviado especial Richard Grenell) antes y durante gestiones en Caracas que implicaron negociaciones de liberación de presos y diplomacia paralela. Esta “heroína” de la paz y la democracia empuja sin ponerse colorada la intervención de fuerzas externas para derrocar al gobierno, cosa que hasta ahora no logró con el fogoneo de las marimbas ni con la denuncia orquestada de fraude electoral, inmediatamente recogida por los yanquis y que tuvo lastimoso eco en líderes renegociadores, como Lula o Cristina Kirchner, lo cual confirma lo angosta que es la avenida del medio.
El cruce geopolítico
Entretanto, la tensión entre Colombia y EE.UU. se suma al panorama de confrontación. El presidente Gustavo Petro denunció que una embarcación bombardeada por EE.UU. podría haber tenido bandera colombiana, lo que llevó a un enfrentamiento diplomático directo con Trump. La fuerza militar yanqui y su despliegue naval en torno a Venezuela no solo afectan a este país, sino al conjunto de América Latina.
En ese marco, la propuesta de Lula de presentarse como mediador refuerza que se trata de un problema que, más allá de tener como centro a Maduro, escala a nivel regional. El imperialismo yanqui lanza una ofensiva sobre lo que siempre consideró su “patio trasero” en el marco de una disputa geopolítica global que lo tiene empantanado en la negociación de la guerra entre Rusia y Ucrania y siendo superado comercialmente por el ascenso chino.
Solidaridad con Venezuela
El gobierno de Trump juega con fuego y amenaza con una invasión lisa y llana al territorio venezolano. Si aun no lo hizo, las hipótesis son dos: que se trate de una bravuconada, o que lo esté considerando pero aún no se decide. El poderío militar yanqui es muy superior al de Venezuela, pero la guerra no se trata solo de una cuestión técnica, sino principalmente política.
Algunos analistas comparan la situación de Maduro con la de Noriega, el presidente de Panamá que pasó de ser aliado a opositor a EEUU, lo cual la valió la invasión a su país y su encarcelamiento en suelo norteamericano. Eso sucedió en 1989, tras la caída del Muro de Berlín y previo al inminente colapso de la URSS. Los vientos actuales no soplan así de favorables para el imperialismo yanqui, que atraviesa su período más crítico desde el final de la Guerra Fría.
Otros comparan el escenario con la invasión a Irak, el derrocamiento de Sadam Hussein y su posterior ejecución en 2006. Aquel episodio dejó claro que el presidente iraquí no estaba en condiciones políticas de liderar a la nación frente a la llegada de los yanquis. Trazando un paralelo, no son pocos los que especulan conque una invasión provocaría una fractura en las Fuerzas Armadas Bolivarianas, debilitando así al gobierno. Hipótesis que se viene sosteniendo hace años, sin datos que la verifiquen.
Por su parte, el gobierno de Venezuela impulsa la movilización popular y la formación de milicias civiles, que tendrían al menos 1 millón de enrolados (según cifras extranjeras; el gobierno venezolano afirma que son muchos más), incluyendo milicias formadas por pueblos originarios. La invasión por tierra a una nación con su población en armas no solo correría un riesgo de empantanamiento, sino que podría modificar la posición venezolana en el ámbito internacional. Hoy, el gobierno de Maduro está en su momento de mayor aislamiento regional. Solo Nicaragua y Cuba lo apoyan abiertamente. Gobiernos como el de Brasil y Chile lo miran a la distancia, y otros como el de Argentina o Paraguay son abiertamente favorables al intervencionismo. Pero como anticipa la conducta de Petro, una situación de guerra provocada por la irrupción yanqui podría alterar ese orden, posicionando al “centro” en contra de la maniobra y, sobre todo, empujando la movilización solidaria de los pueblos de América y del mundo, incluyendo la oposición que generaría dentro de EEUU, muy convulsionado entre otras cosas por la política anti inmigrantes de Trump.
Es justamente la solidaridad de los pueblos lo que los revolucionarios debemos impulsar, junto a las fuerzas democráticas, antiimperialistas, populares y patrióticas. Denunciar la bravuconada yanqui que pretende intervenir a una nación soberana y amenaza con quebrar la paz en la región. Denunciar a su vez la complicidad de la oposición oligárquica y gusana y a los gobiernos cipayos como el de Milei, funcionales a esta política. Defender sin condiciones al pueblo y al gobierno venezolanos, reivindicando el derecho de las naciones a la autodeterminación.
Ileana Ambriz
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