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Agitación, propaganda, organización y combate
Durante la campaña de prensa desarrollada como iniciativa de cara al 60 Aniversario de nuestro partido, el conjunto de la militancia se abocó a trabajar por la ampliación de la llegada de nuestro no transar, instalándolo en las instancias de lucha popular, realizando actividades de difusión, renovando los padrones, organizando círculos de lectura y emprolijando cuestiones de rendición. Mientras se ultiman detalles de los últimos informes de cara a un balance final, ofrecemos esta nota sobre el valor político del trabajo de prensa para la construcción del partido revolucionario.
Mucho tiempo antes del nacimiento de Lenin, Marx había señalado en su segunda de Tesis sobre Feuerbach, que el problema de si al pensamiento humano se le podía atribuir una verdad objetiva, no era un problema teórico sino un problema práctico, y que era en la práctica donde el hombre tenía que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento; en definitiva, para concluir que el litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aislaba de la práctica, era un problema puramente escolástico, es decir, un problema ajeno al materialismo apuntado -desde la teología- a armonizar la razón con la fe.
Es probable que Lenin no hubiese leído dichas tesis. Sin embargo, la vida mostró que el principal cuadro dirigente del partido bolchevique, lejos de pretender armonizar la razón y la fe, buscó desde su temprana juventud agudizar las contradicciones de su tiempo: las del régimen zarista en primer término y las del incipiente capitalismo ruso inmediatamente, al punto de interpretar de modo específico cada etapa y de impulsar soluciones revolucionarias diferentes para cada una de ellas, como lo muestran la revolución democrático burguesa de febrero y la revolución socialista de octubre, ambas ocurridas en 1917.
Por dicho motivo bien vale destacar la importancia del marxismo en el plano de la praxis, es decir de la lucha teórica-práctica en gran medida llevada adelante por los bolcheviques a través de la prensa partidaria. En tal sentido fue Lenin quien tempranamente advirtió que si había algo distintivo del marxismo era su poder de difusión dada su condición intrínseca de ser, de una parte, un sistema filosófico suficientemente complejo y, de otra, un sistema reductible a un máximo de simplicidad al momento de tener que ser propagandizado y debatido en el seno de las masas, sin que por ello se viera seriamente desvirtuado. Dicho razonamiento quedó plasmado en el “¿Qué hacer?”, obra seminal publicada en febrero de 1902, donde Lenin destacaba, como parte de diferentes debates, la importancia y distinción de la prensa, por entonces el Iskra, concebida como un organizador del partido y como una herramienta de combate.
Hasta el “¿Qué hacer?” la propaganda partidaria se había orientado fundamentalmente a la lucha económica en el seno de los sindicatos, obteniendo mejoras parciales en la vida del obrero medio, pero perdiendo de vista la perspectiva de un cambio radical de la sociedad. Lenin advertía que los partidos socialdemócratas se habían convertido en organizaciones orientadas a la lucha económica, es decir, a la lucha por vender la fuerza de trabajo a los patrones en mejores condiciones, pero no a la lucha por conquistar un poder revolucionario.
En tal sentido, sobre la lucha por el poder, Marx había señalado que la conciencia de clase era la base de la conciencia política del proletariado, pero fue Lenin quien advirtió que la conciencia de la clase trabajadora abandonada a su suerte, a su curso espontáneo, se reducía a la lucha económica sin conducir necesariamente a la revolución; es decir, que la conciencia de clase de los trabajadores por sí misma se limitaba a una conciencia puramente sindical que no llegaba a convertirse en verdadera conciencia política. De ahí la necesidad de un partido de vanguardia de la clase obrera, capaz de alterar el curso espontáneo de la conciencia de clase a partir de la agitación y la propaganda.
Para despertar la conciencia de la clase obrera, la vanguardia del proletariado -el partido de la revolución proletaria-, debía educar y conducir a la clase obrera hacia una esfera mucho más amplia que la simple relación obrero-patrón. Se trataba de incitar a los trabajadores a luchar por su emancipación, a rebelarse contra la explotación capitalista y a luchar por una sociedad sin explotadores ni explotados, y para eso la cuestión fundamental era poner en el centro de la discusión la necesidad de un poder obrero y en la conquista revolucionaria de dicho poder.
Dentro de esta perspectiva, la propaganda a través de la prensa y otros medios de difusión era la correa de transmisión, el medio esencial de expresión, que relacionaba de manera continua el partido con la masa, permitiendo de esta forma la incorporación de la vanguardia a la acción, y la incorporación de los sectores más adelantados de la clase a las filas del partido.
En un sentido más amplio la concepción revolucionaria del partido bolchevique pretendía producir una subversión general, no sólo política, sino también militar, cultural y científica, proyectándose a las fuerzas armadas, la cultura, la ciencia burguesa y, en definitiva, a la totalidad de la sociedad capitalista.
Además, implicaba una modificación psicológica del hombre en su ideología y en sus estructuras más profundas, ya que Lenin demostró que el hombre nuevo socialista (o el nuevo hombre soviético, como se lo llamó después) no nacería espontáneamente del cambio de las estructuras económicas, sino de una educación orientada, de un ambiente ideológico y de una modificación psicológica de sus opiniones y formas de comportamiento previos, heredados de la anterior sociedad burguesa. Por ello la propaganda no acaba con la conquista del poder, sino más bien se intensifica. De este modo, tras el triunfo de la Revolución de Octubre la propaganda se convirtió en la clave de la formación del nuevo régimen soviético, y por lo tanto fue preciso proseguir e intensificar su desarrollo aún después de la revolución.
De esta forma, la filosofía materialista conducía necesariamente a creer en la eficacia de la propaganda, por lo que el sistema puesto en práctica supuso el empleo de la propaganda con toda la extensión posible, ya que de ésta dependía la adecuación del individuo a las nuevas condiciones sociales. Efectivamente, la “propaganda leninista” pretendía dirigir al pueblo en todos los campos de la actividad humana, desde el trabajo a la creación artística, de la vida cotidiana hasta la moral. La propaganda se intensificaba, pues, tras la conquista del poder, ya que la construcción del socialismo era otra fase de la lucha de clases durante la cual los enemigos de la revolución continuarían amenazando por doquier.
Se trataba ahora de educar al pueblo en un plano total, que debía ser intelectual y práctico a la vez. De ahí la necesidad de un periódico político para todo el pueblo ruso.
A decir del propio Lenin, en su "Plan de un periódico político central para toda Rusia”: “en pocas palabras, «el plan de un periódico político central para toda Rusia», lejos de ser el fruto de un trabajo de gabinete de personas contaminadas de doctrinarismo y literaturismo (como les ha parecido a gentes que han meditado poco en él) es, por el contrario, el plan más práctico de empezar a prepararse en el acto y por doquier para la insurrección, sin olvidar al mismo tiempo ni por un instante la labor corriente de cada día”.
Para nuestro partido esta mirada, esta forma de entender la importancia de la agitación y la propaganda a través del no transar y, fundamentalmente, de concebir el periódico como un organizador y una herramienta de combate es la clave de un trabajo apuntado a elevar la conciencia y la lucha de la clase trabajadora y el pueblo contra el saqueo y la explotación y por poner el problema del poder revolucionario en el centro de la escena y la construcción partidaria.
Jorge Díaz
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