Reproducimos a continuación el prólogo del Partido a la edición de "El estado y la revolución" que se publicó desde la Comisión Homenaje a la revolución de octubre.
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El 29 de mayo de 1989 comenzaba en Rosario y zonas aledañas la masiva recuperación de alimentos conocida en como el "Hambreazo". Una hiperinflación imparable, la imposibilidad de acceder a alimentos básicos y la represión a los reclamos, motivaron a amplios sectores populares a pasar a las acciones de recuperación, tomando como blanco principalmente a mayoristas y supermercados.
En días previos ya se preveía el hartazgo popular contra el gobierno hambreador de Raúl Alfonsín. El 10 de mayo se produjo una masiva concentración exigiendo el congelamiento de precios y la entrega de alimentos básicos a familias de bajos recursos, la cual fue duramente reprimida. El 14 de ese mes, en elecciones presidenciales, el gobierno radical fue derrotado a manos del peronismo, con Carlos Menem a la cabeza. En los días posteriores hubo intentos de recuperación de alimentos en las provincias de Córdoba y Tucumán. También hechos similares en zonas norte y oeste de Buenos Aires. Pero el epicentro de la pueblada de los hambreados fue Rosario y las fuerzas de seguridad estaban desbordadas.
En ese marco de crisis el gobierno decidió dos cosas: declarar el estado de sitio por el plazo de un mes y adelantar el traspaso del poder del previsto mes de octubre al mes de julio.
El estado de sitio fue un intento por acentuar la represión al movimiento de masas que seguía en las calles y barrios, acechante y organizado. Esto se desarrolló constituyéndose en el hecho más represivo desde la dictadura del '76, con el saldo de cuatro muertos reconocidos oficialmente (los organismos de DDHH denunciaron 20), más de 1500 detenidos, 28 presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional y la proscripción de nuestro partido, por entonces Partido de Liberación.
Posiciones entre las fuerzas populares y rol de la izquierda revolucionaria
Argentina se tambaleaba entre la aplicación de un plan económico de ajuste y entrega monitoreado por el FMI, los constantes pronunciamientos militares (uno en 1987 y dos en 1988) y el creciente descontento popular, capitalizado por la izquierda y el peronismo, este último mundanalmente en las urnas.
Los sectores populares se debatían entre impulsar la rebeldía en forma autónoma, el apoyo critico al electo gobierno de Menem y posiciones pro democráticas y antigolpistas, pero que en definitiva eran benévolas con el establishment y el gobierno de Alfonsín.
En la última incursión militar "carapintada" en diciembre de 1988, se dividieron aguas entre las fuerzas de izquierda. Los militares, haciendo base en un cuartel de Villa Martelli (Gran Buenos Aires) presionaban al gobierno radical, cuestionando principalmente la política en materia de DDHH, el juzgamiento a oficiales medios y suboficiales involucrados en el terrorismo de estado y el accionar de sus jefes frente a esto.
Ante esta nueva asonada golpista, el pueblo se autoconvocó en la Plaza de Mayo. Allí las posiciones se movieron entre el apoyo al gobierno, la crítica y la exigencia a que se aplique mano dura con los sublevados.
Un sector en minoría impulsó la acción propia, independiente. El PL planteó a las masas reunidas en Plaza de Mayo marchar hacia donde estaban los sublevados y enfrentarlos. La columna que marchó hacia el cuartel "carapintada" estaba encabezada por un cartel que decía "Armas para el Pueblo", invocando al derecho constitucional a armarse frente a los golpistas. Llegada al lugar se sumó a los miles de vecinos que durante horas repudiaban allí a los militares, aportando el asedio popular con armas tan improvisadas como efectivas, impulsadas por un sector importante de la vanguardia que tomó en sus manos las acciones contra el fascismo y la democracia de la dependencia.
Esta resistencia popular autónoma -con el sentido costo del asesinato de Rogelio Rodríguez, militante zonal del PC- incidió en la crisis, que terminó, concesiones del gobierno mediante, con la deposición de armas de los golpistas.
En los siguientes días el PL junto a otras fuerzas impulsaron una campaña centrada en la denuncia del plan de ajuste en curso y la rendición del gobierno frente a los golpistas, materializada en el impulso de las ampliamente repudiadas leyes de "obediencia debida" y "punto final", dejando sin juzgar a miles de represores durante el terrorismo de estado. En la edición de la "Feria de las Colectividades" de diciembre de 1988, decenas de miles de volantes fueron repartidos, impulsando la rebelión popular y la intervención independiente contra el fascismo como se hiciera en Villa Martelli, llamando a votar por la lista presidencial encabezada por Mario Geller (secretario general de nuestro partido) y Elisa Delboy (viuda de Rogelio Rodríguez). La campaña de agitación y organización prosiguió durante los primeros meses de 1989 y en el marco de las elecciones generales hubo una importante adhesión en barrios del sur rosarino a la lista que empalmaba con la rebeldía y el hartazgo de la población.
Producido el Hambreazo, la acción pasó por acompañar y proteger al pueblo, intentando levantar un programa que supere lo urgente, la recuperación. Es así que las fuerzas barriales, sindicales y estudiantiles consecuentes con esta posición y que se enfrentaban al estado de sitio y las detenciones masivas, pasaron a ser blanco predilecto de las fuerzas de seguridad. A raíz de la detención de un camarada del PL y militante de TUPAC se desató una "caza de brujas", en principio sobre la lista de candidatos locales y luego sobre sus militantes y los de otras fuerzas de izquierda.
A pesar de las detenciones y la represión acentuadas que habilitaban el estado de sitio, el gobierno no lograba controlar totalmente al movimiento de masas que, además de atento a la exigencia de entrega de alimentos (de allí se implementó masivamente la entrega de las llamadas cajas PAN, Programa Alimentario Nacional) en Rosario y en todo el país, ahora incorporaba a sus demandas la inmediata libertad de los presos.
Los presos políticos a disposición del PEN salieron al término del estado de sitio y otros que permanecían privados de libertad pudieron ser liberados en los días siguientes, gracias a la permanente acción popular y de los organismos de DDHH. En julio asumiría la presidencia Menem, quien profundizaría aún más el saqueo y la entrega.
Así se saldó un capítulo de la historia de lucha de nuestro pueblo, iluminando por un lado, las bases de una democracia fallida y restringida y, por otro, el accionar consecuente de la vanguardia y la necesidad de la intervención independiente de las masas, en busca de un verdadero proyecto patriótico, popular, antimperialista y revolucionario.
Sergio Carlos Abad
Preso político durante el Hambreazo
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