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El gobierno recibió al Comando Sur
El 7 de abril del presente año llegó al país el almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses. El Comando Sur (USSouthCom) dirige los movimientos de la “IV Flota” de la Armada de los Estados Unidos, que tiene a su cargo el monitoreo de los mares latinoamericanos al sur de México y las decenas de bases militares estadounidenses en la región. En nuestro país, Faller fue recibido por el ministro de Defensa Agustín Rossi y por el jefe del Comando Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, general Juan Martín Paleo.
El viaje se hizo con la excusa de realizar “donaciones humanitarias” a nombre del Departamento de Defensa de EEUU, en el marco de la lucha contra la pandemia de covid. La donación consistió en tres hospitales de campaña con el equipamiento respectivo. A cambio, no solo fue recibido con honores por el titular de Defensa, el jefe militar y la ministra de Salud Carla Vizzotti, sino que siguió su recorrido por Tierra del Fuego, “como parte del Programa de Asistencia Humanitaria del Departamento de Defensa”, según informó la embajada de Estados Unidos. Allí recorrió la Base Naval Ushuaia y navegó por el Canal de Beagle. Todo esto por tres carpas y un par de camillas. Barato el ministro Rossi.
Tierra del Fuego no es un destino cualquiera. Desde el gobierno de Macri, la provincia viene siendo escenario de negociaciones que van desde instalar un “Centro Regional de Inteligencia”, junto con la restauración de un decreto de 1995 tendiente a la instalación de una base en la ciudad de Tolhuin, supuestamente dedicada a monitorear explosiones nucleares, y otra base logística en Ushuaia para el abastecimiento de misiones de exploración en la Antártida Argentina. Si bien aún no hay nada concreto, se ve que no todo era filantropía.
Hace tan solo una semana, el 2 de abril, el canciller Felipe Solá se comunicó con el secretario de Estado norteamericano AntonyBlinken. Durante la comunicación, el funcionario del norte se habría alarmado por la posibilidad de que la Armada Argentina estuviera proyectando la construcción de una base de uso militar en Ushuaia con financiamiento de la República Popular China. Algo que el gobernador Gustavo Melella viene negociando desde 2019, bajo el título de “Polo Logístico Antártico”. Recientemente, en su visita a la Argentina, el ministro de Defensa chino, el general WeiFenghe, hizo mención al interés de empresas estatales de su país por participar en las licitaciones para construir el Polo en Ushuaia. El propio Melella presentó el proyecto al embajador chino ZouXiaoli, anunciado que “este proyecto que estaría enmarcado en una base de la Armada en Tierra del Fuego ya tiene una oferta de China para su desarrollo inmediato”.
De avanzar este proyecto, se podría controlar desde allí el Paso de Drake, el acceso a la Antártida y buena parte del Atlántico sur. El apuro de Faller en hacer esta visita y la preocupación por recorrer la zona en cuestión se vuelven más entendibles al dimensionar las intenciones chinas. Seguir resignando terreno en su “patio trasero” a manos de la potencia asiática en crecimiento no es una opción para la administración Biden, que mueve sus fichas buscando recuperar la delantera.
En 2012 hubo un intento por instalar una base militar estadounidense, camuflada de ayuda humanitaria, en la ciudad de Resistencia. También en 2012 y años siguientes, buscaron avanzar con la misma idea en la provincia de Neuquén. En 2016 apuntaron a las provincias de Misiones y Tierra del Fuego. Si bien nunca prosperaron porque las resistencias locales trabaron los proyectos, el caso de Neuquén es un antecedente que debería servir como advertencia. En torno a los yacimientos de Vaca Muerta, el Comando Sur logró construir una base de “ayuda humanitaria” destinada a la “defensa civil” en la provincia, que por el momento consiste en un galpón de 600 metros, ubicado en las inmediaciones de donde Chevron y Exxon Mobil tienen radicadas sus inversiones.
Nada de esto fue tema de conversación en la reunión que Rossi tuvo con el funcionario de Biden. Ni una palabra sobre las evidencias de participación de sus socios británicos de la OTAN en el hundimiento del ARA San Juan al acercarse a las aguas usurpadas por la corona pirata. Tampoco sobre la reciente participación de un submarino nuclear estadounidense en las maniobras organizadas por el Reino Unido en torno a la base militar británica en las Islas Malvinas ocupadas. Menos aún de las maniobras conjuntas, previstas para el presente año, donde las tropas especiales de Estados Unidos se asentarían temporalmente en Trelew para realizar ejercicios militares, autorizadas el año pasado por el Congreso Nacional. Las tres carpitas humanitarias que mandó Biden fueron suficientes para que los autopercibidos “nacionales y populares” Rossi, Vizzotti y cía. dejen pisotear la soberanía nacional por un gringo con espejitos de colores. Auténticos lamebotas, diría Fidel.
Toda esta renovación de credenciales de cipayos, deja picando una preocupación urgente. ¿Qué posibilidad hay de desarrollar un proyecto soberano, sea en materia científica, comercial o militar, cuando éste depende completamente de inversiones de potencias extranjeras, sean estas chinas o yanquis? Tal como sucede con la deuda externa ilegítima, con la megaminería en la cordillera, con la pesca en el litoral marítimo, con la privatización y extranjerización de las vías fluviales, con la explotación hidrocarburífera en el continente y en el mar; la famosa “grieta” es un detalle casi imperceptible. Con esta dirigencia política -oficialistas y opositores circunstanciales- estamos condenados a perpetuar la dependencia.
Leo Funes
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