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Editorial - Reagrupar fuerzas para enfrentarlos

El gobierno libertario encara el cierre del año con el respaldo que le dio el resultado de las legislativas de octubre, en donde se repuso de las derrotas provinciales y salió ganador con un importante margen.
Si el resultado fue recibido con sorpresa por propios y ajenos fue por la catarata de problemas en las que el gobierno venía metido. Los escándalos de corrupción escalaron al punto de desnudar los vínculos con el narcotráfico de su primer candidato en la provincia de Buenos Aires, el bravucón Espert. La oposición lo venía acorralando en la discusión parlamentaria, ante lo cual Milei tomó la temeraria decisión de promulgar leyes sin hacerlas efectivas. En todo el país los actos de campaña se desarrollaban en medio de protestas de distinto tenor. En ese contexto, el descontrol sobre el dólar amenazaba con hacer volar el único logro palpable del gobierno: la baja de la inflación.
El tono de las disputas en el Congreso y la corrida contra el peso eran señales de los reparos puestos por sectores de la gran burguesía local, subordinados al capital financiero internacional que es el beneficiario principal del plan oficial. El rescate del Tesoro yanqui ordenó las cosas. La intervención de la reserva federal no solo evitó una devaluación que estaba al caer, sino que también apaciguó dicha disputa. Con dólares frescos y la promesa de una agenda de reformas favorables al empresariado, las fracciones del gran capital optaron por darle una vida más al gobierno libertario en el marco de una tutela yanqui descarada. La injerencia de Trump en el debate político local es la fachada pública de la operación de Bessent para rescatar a los tenedores de bonos de deuda argentina y de la posición de JP Morgan en nuestro gobierno, con ex empleados en los puestos claves del Estado: Ministerio de Economía, BCRA, Secretaría de Finanzas y Cancillería. ¿Qué va a pedir el amo del norte a cambio? Desde el gobierno nacional juran que nada, pero ese presunto desinterés de la principal potencia imperialista es poco creíble. La oferta es amplia: desde correr los intereses chinos de nuestro país hasta la instalación de bases militares, pasando por preferencia en extracción de recursos y en privatizaciones. Una entrega sin filtro que supera ampliamente hasta las “relaciones carnales” del menemismo.
Yo o el caos
A nivel popular, el mileismo instaló con eficacia su versión de “yo o el caos”. Apoyado en las declaraciones de Trump, quien afirmó que retiraría la ayuda si no ganaba LLA, se instaló que una derrota del oficialismo derivaría en un descalabro económico, que en el corto plazo impactaría en las condiciones de vida de las masas. Así el gobierno logró poner en valor la relativa estabilidad económica que siguió a su mega devaluación apenas asumidos, tapando con ello todos los desastres que vienen haciendo.
Junto con ello hay que tomar nota de la exitosa instalación de ciertos ejes. Todas las fuerzas políticas del régimen recogieron el guante del superávit fiscal como algo sagrado, replicando eso de que “no se puede gastar más de lo que ingresa”. Con esta premisa -que si no es falsa, es por lo menos unilateral-, el gobierno presenta su plan de ajuste como la columna central de la baja de la inflación; en ese marco, el ajuste brutal sobre jubilaciones, discapacidades, salarios, educación, ayuda social, tarifas, etc., puede ser interpretado como un acto de justicia o como un mal necesario, según el nivel de adhesión a los planteos libertarios. Ahora vamos en la misma dirección con la reforma laboral: por fuera de los que están de acuerdo a libro cerrado, hay quienes dicen que “hay cosas para cambiar” o los que “están abiertos al diálogo”, todas variantes de la misma capitulación frente a un ataque contra los trabajadores.
Las elecciones también ratificaron la ausencia de un proyecto antagonista con arraigo popular. En este punto es muy importante destacar que el movimiento de masas renovó su distanciamiento de la oferta electoral del PJ. No se trata de que “el pueblo vote mal” o que “los pobres admiren a los ricos”, como sostienen varias voces oficiosas del peronismo. Tampoco es un problema de renovación: los números de Hagman en CABA y de Tepp en Santa Fe fueron más bien discretos. Por el contrario, sigue fresco el recuerdo del gobierno de Alberto - Cristina y la casi hiperinflación de Massa. Los pases de factura de estos días entre la ex presidenta y Kiciloff por la táctica electoral no hace más que regodearlos en su propia miseria.
El pobre resultado de Provincias Unidas, perdedor por paliza en los pagos de sus mentores da cuenta del fracaso de este espacio por encarnar una representación más moderada del gran empresariado. Su lugar seguramente será el de volver a la cola de la iniciativa libertaria.
En cuanto a las fuerzas populares, el FITU tuvo una performance discreta, con la excepción de Bregman en CABA, que si no desmiente, al menos problematiza aquello de la “ciudad de oligarcas de derecha”. A diferencia de esta lista que se presentó nacionalmente, en el antiimperialismo popular primó una dispersión que diluyó las propuestas de este cuño, siendo la más importante la experiencia del FAS en Santa Fe, a la que nuestro partido llamó a acompañar.
Cierra el cuadro el dato no menor de la abstención, que rondó un tercio del padrón, confirmando lo ocurrido en las elecciones provinciales desdobladas. Un desencanto con la oferta política que recuerda la previa al 2001, pero que a diferencia de aquellos años todavía no se ve traducido en bronca callejera.
No abandonar la calle
Vienen meses de ofensiva oficialista, en especial en su agenda parlamentaria, con la presentación de un presupuesto con el que convalidará el ajuste y las reformas laboral y previsional. Varios de los hasta ayer opositores hoy hacen fila para besar la mano del presidente; algo similar al cuadro que se presentó durante la aprobación de la ley bases. En las semanas previas a las legislativas, la movilización popular había empalmado en ese marco de internas por arriba, produciendo un escenario de cierto condicionamiento al gobierno. El resultado electoral nos hace retroceder a la situación previa, en donde la movilización tiene que servir para resistir los avances y reorientar el reagrupamiento del campo popular.
En ese marco, no hay que perder el ejercicio de llevar los reclamos a la calle. Orientando hacia allí las luchas emergentes, y apoyados en el ejemplo de los jubilados que todos los miércoles enfrentan la represión, hay que persistir en la primera línea. Luchando con el cuerpo y con las ideas, hay que salir al cruce del derrotismo: los libertarios están lejos de ser invencibles. El resultado de la lucha del Garrahan bien da cuenta de ello. Su plan económico sigue siendo tan precario como al principio. Su propio anclaje de clase, apoyado en lo más parasitario del capital financiero internacional, lo hace inestable en el corto plazo. Hay que ver hasta dónde la ayuda yanqui puede ofrecer un soporte sostenido en el tiempo. Las disputas que hoy se apaciguaron volverán renovadas, más teniendo en cuenta la inserción de nuestro país en la disputa internacional.
En ese marco, con tanta paciencia como decisión hay que discutir en el seno del activismo movilizado los límites de la presión parlamentaria. Apuntar todos los cañones a lo que pueda resolver el Congreso implica prenderle velas a una oposición que no tiene el menor prurito de acordar con el gobierno si la mano viene desfavorable.
No menos importante es la necesidad de reagrupar a las fuerzas antimonopólicas, antiimperialistas, populares y patrióticas, planteando sin pelos en la lengua que no se puede delegar tamaña tarea en la conducción del PJ. El debate con las corrientes populares del peronismo debe darse sobre la base de romper con esa dirección cada vez más alejada de las necesidades del pueblo. Es un momento para trabajar con ofensiva con aquellas fuerzas con las que compartimos la necesidad de luchar por imponer los cuatro puntos básicos de un programa popular: suspensión de los pagos e investigación de la deuda externa -incluyendo el desconocimiento del acuerdo con el Tesoro yanqui-, nacionalización de la banca, del comercio exterior y de los recursos naturales, como base para la aplicación inmediata de un programa de emergencia que ponga como centro el bienestar del pueblo trabajador, la defensa de la industria nacional y de la soberanía. Y sobre todo, trabajar por darle forma a la fuerza social capaz de llevar adelante estas tareas.
Este mes se celebra el Día de la Soberanía. En este marco de profundización de la entrega, los marxistas - leninistas plantearemos que la soberanía nacional, en el marco de capitalismo dependiente de nuestro país, es una tarea que debe asumir la clase trabajadora, dirigiendo al conjunto del pueblo en la lucha por romper con la dependencia y liquidar la propiedad monopólica, en tránsito ininterrumpido hacia la construcción de una sociedad mejor, la sociedad socialista. A 60 años de la fundación de Vanguardia Comunista, el PRML ratifica su intervención en favor de ese proyecto revolucionario.
Agustín Damaso
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