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Desastre minero en Brasil I El que a hierro mata…

Pasaron escasos tres años desde aquel fatídico noviembre de 2015 cuando se rompió la represa Mariana y más de 60 millones de litros de desechos tóxicos llegaron por el curso del Río Dulce hasta el mar dejando a su paso un reguero de muertes humanas (apenas unas 20 en forma directa) pero destruyendo ecosistemas enteros de río, selva y marítimos que aún hoy es difícil dimensionar. Tribus, poblados y ciudades enteras quedaron literalmente sin provisión de agua potable. La empresa responsable del derrame de barro tóxico, que recorrió 650 kilómetros hasta llegar al mar cargado de arsénico, cadmio, plomo, cromo, níquel, cobre y mercurio era la minera Vale/Samarco/BHP Billiton. Principales empresas brasileras en la producción de hierro. Recordemos que Brasil es el principal productor a nivel mundial de este mineral.
Las imágenes del barro llegando al mar cerca de una gran zona de coral fueron impactantes, sin embargo, el único costo que pagó la empresa fueron “cuantiosas” multas. Las penalidades fueron risibles si examinamos el dinero que mueve esta industria. A tal punto que la minera continuó operando con total impunidad pasando los años y gobiernos y las consecuencias no debieran sorprender.
En enero de este año otra vez, una represa de la localidad de Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, colapsó, y un alud de barro tóxico arrasó con todo a su paso. En cuestión de segundos millones de toneladas de barro sucio de la codicia y la corrupta complicidad impune de empresas y gobiernos, acabaron con la vida, los sueños y esperanzas de cientos de trabajadores, así como los cientos de mujeres y hombres de los pueblos lindantes.
Urge sentar en el banquillo a la minera Vale y a sus socios como V&M, Arcelormittal, AngloGold Ashanti, empresas imperialistas que se llenan los bolsillos robando cuanto mineral les sea útil en el mundo, como sus socios brasileros, CBMM CSN, MMX y Usiminas. Empresas que al igual que en Argentina tienen representantes en puestos claves del gabinete del presidente Jair Bolsonaro quien no debiera salir limpio de este barro.
La minera busca excusarse con la última inspección del 10 de enero, con que la represa no estaba en actividad hace años y por cuanto su toxicidad es más baja que la de Mariana.
Es hora que los trabajadores, junto con los pueblos originarios que habitan las zonas afectadas, ambientalistas y universitarios comencemos a repensar una minería sustentable, armónica con el ecosistema, que a la vez de permitir el desarrollo de la industria que nos saque del atraso y la dependencia, pueda ser la fuente de prosperidad para nuestros pueblos. Es hora de terminar con la superexplotación del hombre y las riquezas del suelo para beneficio tan solo de las grandes empresas monopólicas y las potencias imperialistas.
Carlos Quiroga
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