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2001 | 19 Y 20 de diciembre | 2018 - A 17 años del 19 y 20

En aquel caluroso 19 de diciembre de 2001, el pueblo salió a la calle a desafiar el estado de sitio decretado por el entonces presidente Fernando de la Rúa. Tras una larga jornada donde el hambre generada por el ajuste brutal terminó por estallar en las puertas de los supermercados, los estómagos apretados le perdieron el respeto a los gases y a las balas. Las masas a propia mano comenzaron a recuperar parte de las riquezas que les venían robado desde hace años. Las fuerzas represivas se empezaron a ver sobrepasadas y en horas de la tarde noche se anunció el estado de sitio.
Este anuncio no fue más que echarle leña al fuego. Al instante, en la inmensa mayoría de los barrios de la Capital y alrededores, las personas se juntaron en las esquinas y a hacer fogatas que cambiaron por completo la vista de la ciudad y, lentamente, comenzaron a marchar a la Casa de Gobierno y al Congreso. Allá los esperaba la represión policial, a la cual ya no se la respetaba. Los enfrentamientos duraron hasta altas horas de la madrugada, y recomenzaron en horas del mediodía del jueves 20, cuando las fuerzas policiales intentaron desalojar la Plaza de Mayo. Desde ahí hasta el anochecer se sucedieron combates callejeros donde el único objetivo de los manifestantes era llegar a la Casa de Gobierno, y el de la policía era mantener desalojada la plaza. No hubo esa tarde institución financiera que se salvara de la ira, las piedras y el fuego. Las balas de goma, de plomo, los palos y los gases ya no amedrentaban a los miles y miles que se seguían acercando a pie desde los rincones más diversos (cabe destacar que el paro de transporte, muy oportuno, impidió la llegada de otros tantos).
Más allá de la irrupción de las masas en la escena política, su disposición a la lucha cambió por completo el panorama de los tiempos que se sucedieron. Sin dejar de homenajear a “Petete” Almirón y los demás heroicos caídos en aquellas jornadas, ni dejar de condenar la violencia cobarde con que actuaron los protectores del orden, es intención de este artículo hacer hincapié en que, cuando las masas pierden el miedo a las balas el poder opresor se vuelve obsoleto.
Hoy, con leyes amenazantes de plomo impune por la espalda, de fin de las libertades con las que adornaron el paquete vacío de esta “democracia del hambre”, no hacen más que empujar a un pueblo pacífico a colmar su hartazgo y estallar su furia en las calles. La capacidad de los revolucionarios para organizar esa bronca que estallará más temprano que tarde es, sin lugar a dudas, la tarea de la hora. Hoy sabemos que el “que se vayan todos” es insuficiente y que al poco rato están de vuelta, si no organizamos desde el vamos una alternativa democrática y popular para que de una vez gobierne el pueblo en este suelo.
Carlos Quiroga
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