Nuestro candidato es la lucha

Jueves, 23. Abril 2015

El 26 de abril se realizarán las elecciones primarias en la CABA. La segunda vuelta será a comienzos de julio, más de un mes antes de la primaria nacional. Con este adelantamiento, el PRO busca anotarse un primer poroto de cara a la presidencial que afrontará su jefe, Mauricio Macri.

No solo por eso se trata de una elección atada políticamente a la nacional. La unidad de Macri con Carrió hizo estallar a UNEN. La interna K, por su parte, se ve reflejada en una nutrida cantidad de precandidatos, si bien la simpatía oficial está puesta en Recalde. En el propio PRO hubo coletazos: Macri entiende que Larreta es un lugarteniente más fiel que Michetti, potencialmente impredecible por su llegada más amplia a otros sectores políticos de la derecha en la oposición.
En dos mandatos al frente de la ciudad, el PRO consolidó sus posiciones. Su discurso de falsa contraposición al ejecutivo nacional, con una visión empresarial, elitista y discriminatoria produjo resultados negativos palpables para el pueblo. Podemos resumirlos en lo siguiente: el macrismo hizo punta en la aplicación del ajuste y la represión, allanándole el camino al kirchnerismo para hacer lo propio en el ámbito nacional. Cuando el gobierno de la Ciudad impulsó el “aumentazo” del ABL, el ejecutivo nacional arremetió con las subas en los servicios públicos. Cuando en Ciudad aumentó la tarifa del subte, de seguido lo hicieron las de colectivos. Las represiones a los sectores pobres de la ciudad principalmente, fueron la antesala de las actuaciones del coronel Berni en la Panamericana contra los trabajadores. Se entiende así, entonces, que a pesar de epítetos tales como “la derecha” o “la vuelta a los ‘90”, el kirchnerismo haya sido el principal cómplice del macrismo en la CABA.
Grafiquemos en ejemplos. Viene siendo política “de Estado”, desde la administración del menemista Grosso hasta la actual -pasando por el período radical y la gestión del ahora precandidato K Aníbal Ibarra-, favorecer a los grandes emprendimientos inmobiliarios. Durante los mandatos de Macri, las leyes como la rezonificación de terrenos ferroviarios -a medida del grupo Irsa- o la creación del Centro Cívico en el sur de la ciudad -que vino con el desalojo de los talleres del Borda- fueron acompañadas por los legisladores kirchneristas. Lo mismo sucedió con las leyes que favorecieron la consolidación de Cristóbal López en el negocio del juego, vía exenciones impositivas y condonaciones de deudas. En materia represiva, los operativos sobre el Parque Indoamericano y el asentamiento “Papa Francisco” fueron coordinados con la Gendarmería -en el último caso, el papel de Berni fue destacadísimo. En el terreno sindical, la conducta vergonzante de Eduardo López de la UTE no puede ser disimulada con toda su pirotecnia verbal: el principal sindicato docente -alineado con el ultrakirchnerismo- aceptó todas las paritarias a la baja y tuvo el privilegio de comerse el ataque a las Juntas de clasificación. Más disimulada, aunque de resultados no tan distintos, fue la actuación de los también yasquistas Pianelli - Segovia, del sindicato del subte: su oposición al gobierno local, que en un principio se expresó en medidas de fuerza, fue derivando decididamente hacia la “coexistencia pacífica” con la concesionaria Metrovías y la estatal Sbase.
Por supuesto que, más allá de los acuerdos sucios, la rivalidad política existe. Pero eso no quiere decir que el kirchnerismo la haya dirigido en función de los intereses del pueblo. Su horizonte se limitó a la acumulación en la Legislatura -recinto en el que ya vimos lo que pasa- en el camino de reconstruir su mermada fuerza electoral y para contraponer los proyectos nacionales.
El papel de la centroizquierda no fue mucho mejor. Su salida práctica a la denuncia fue siempre la de una “oposición respetuosa” que se redujo a votar en contra del PRO en la Legislatura. Y a veces no tuvieron ni ese decoro, como cuando la creación de la policía metropolitana fue aprobada por los legisladores de Proyecto Sur.
Esta Legislatura se transformó hace mucho en un nido de víboras en donde se negocia a espaldas y en contra del pueblo. Pretender propagandizar las demandas de los trabajadores en ese lugar es de una esterilidad que lo único que logra es apuntalar a ese circo decadente. Mal que les pese a los sectores de la izquierda y el progresismo que hacen esa apuesta, que al macrismo no le produce el menor daño.

La bronca no tiene
candidatos

Existe una caracterización instalada en sectores bastante amplios del campo popular, acerca de una presunta fortaleza probada del proyecto macrista, el cual representaría lo más reaccionario de las clases dominantes. Nosotros disentimos con tal interpretación.
Primero, porque señalar al macrismo como “el peor de todos” supone reconocer, explícita o tácitamente, que el kirchnerismo es un proyecto mejor, o aunque sea “menos malo”. En su contenido de favorecer a grandes empresarios y banqueros a costa de los de abajo, a pesar del maquillaje, macrismo y kirchnerismo no difieren en lo esencial.
Por otra parte, más allá de algunos avances señalados más arriba, el macrismo no logró imponerle al movimiento de masas una derrota de proporciones. Su fantasía de “terminar con los piquetes” se demostró como una quimera. En materia de judicialización no logró avances significativos. Ninguno de sus ataques a los trabajadores y demás sectores populares pasa sin generar una fuerte resistencia. Es justamente ese estilo de abrir muchos frentes de batalla al mismo tiempo, que superficialmente produce una imagen de fortaleza, en donde reside su principal debilidad. A pesar del gran componente de una “clase media” inestable políticamente, la CABA no deja de ser parte de un país en donde el pueblo sigue apostando a medir sus propias fuerzas a la hora de librar sus batallas.
Valga el recuerdo de los cortes de luz y la reacción popular que provocaron. Los cortes de calle que se multiplicaron por segundo verano -por más que todas las “corpos” mediáticas se hayan esforzado por taparlos- no solo desahogaron la bronca de los vecinos, sino que también canalizaron la expectativa de solución: “si no cortamos la calle, la luz no vuelve más”, era el razonamiento que animaba las acciones.
En estas elecciones, el mayor golpe para el macrismo va a venir de la irrupción de la bronca, que exprese genuinamente la indignación ante una nueva estafa. Es por eso que llamamos a impugnar de conjunto a un régimen político falsamente democrático, votando en blanco, anulando el voto o no yendo a votar, apostando a la unidad de las luchas con los trabajadores a la cabeza para poner en la calle una alternativa popular que derrote a los planes antipopulares de las expresiones políticas de los de arriba, ya sean circunstanciales oficialistas u opositores.

Facundo Palacios

Publicado en: 
Jueves, Abril 23, 2015 - 10:30

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