LA REBELIÓN COLOMBIANA Y LA HORA DE LOS PUEBLOS

Un proyecto de reforma tributaria antipopular y reaccionario ha terminado de desatar un estallido social y político en Colombia. La incorporación de IVA a productos de la canasta básica y la aplicación de impuesto a la renta de cientos de miles de trabajadores son los aspectos más revulsivos de un proyecto que murió a los pocos días de nacer. Con este ataque frontal a los bolsillos obreros y populares el gobierno de Iván Duque se proponía por un lado reducir el déficit fiscal y atender los próximos vencimientos de pagos de deuda externa; por otro lado, financiar al creciente gasto militar y de sus fuerzas de seguridad en el marco del avance del “estado de excepción” y de su rol regional intervencionista como pieza clave del imperialismo yanky. Todo esto en el contexto de una situación por demás delicada para las mayorías populares que soportan un 42% de pobreza y ven a diario como se desborda la crisis sanitaria en torno a la pandemia de Covid-19.

El rechazo rápidamente tomó forma de paro nacional convocado por las principales centrales sindicales con movilización masiva el 28 de abril, forzando al gobierno a anunciar la modificación del proyecto en los puntos más sensibles. Luego del 1° de mayo, ante la expansión de las manifestaciones en las principales ciudades del país, el presidente Duque completó el recule dando por muerto el proyecto. En el camino quedaron las vidas de más de 40 de manifestantes, casi mil desaparecidos, cientos de detenciones y heridos, y múltiples formas de abuso por parte de las fuerzas de seguridad, en particular el fascista ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios de la policía nacional, formado para disolver protestas callejeras, y responsable de numerosas muertes desde su fundación).

A pesar de la dura respuesta represiva con cada vez más bajas populares, la militarización y el tratamiento de guerra a las manifestantes, el carácter ofensivo de la resistencia popular y la persistencia de las masivas movilizaciones lograron otro avance de la lucha al producirse la salida del ministro de Hacienda y el llamado del gobierno a los manifestantes al diálogo y la negociación, lo cual derivó en una primera reunión pero con mantenimiento del paro, las movilizaciones y los bloqueos. 

El levantamiento popular en curso tiene antecedentes de lucha previos no resueltos. Según la propia voz del Comité Nacional del Paro -un colectivo de organizaciones sindicales , estudiantiles y sociales -: “El gobierno nacional ha tenido la posibilidad de atender y resolver los reclamos de las grandes movilizaciones realizadas desde el 21N de 2019 y de los acuerdos incumplidos con el pueblo y sus organizaciones, pero nunca se dispuso a instalar una mesa de negociación y concertación. Al contrario, siempre estigmatizó y actuó con violencia contra los manifestantes “

Es por eso que, haciéndose eco de la situación preexistente al citado proyecto, desde el comité piden la desmilitarización de las ciudades, cese de las masacres y castigo a los responsables. Y así mismo, el desmantelamiento del ESMAD. Además, en la negociación con el Comité Nacional de Paro entrarían los siguientes puntos, entre otros:

- Retiro del proyecto de ley 010 de salud y fortalecimiento de una vacunación masiva.

- Renta básica de por lo menos un salario mínimo legal mensual.

- Defensa de la producción nacional. Subsidios a las pymes, empleo con derecho y una política que defienda la soberanía y seguridad alimentaria.

- Matrícula cero y no a la alternancia educativa.

Entre los millones de jóvenes -en especial los estudiantes y las primeras líneas- y las fuerzas que empujan más consecuentemente la lucha se están planteando el desalojo del gobierno reaccionario por la vía de la movilización popular, imponiendo la consigna “Fuera Duque”, lo cual allana el camino hacia el esbozo de un gobierno paralelo o doble poder. Ya no se trata “solamente” de la tarea inmediata para las multitudes sublevadas, tumbar un gobierno a todas luces enemigo de los intereses obreros y populares, sino de esbozar una salida revolucionaria: constituir un nuevo poder apoyado en las masas movilizadas, que conforme una junta de gobierno de carácter provisional, democrático y popular. 

El apoyo internacional a la lucha del pueblo trabajador de Colombia es crucial para que la resistencia a este fenomenal ajuste triunfe y abra paso a un escenario superior de la lucha, de la mano de una nueva vanguardia.

Lo que vemos en estos días en las calles y rutas de Colombia es otro ascenso a la superficie de una tendencia, por momentos subterránea, que se ha instalado en los últimos años en la región. En su esencia, el “parar para avanzar” que alienta el paro activo en Colombia, no es extraño al alzamiento indígena, obrero y popular que estremeció a Ecuador en 2019, o en la sublevación chilena en el mismo año. Lo mismo podemos decir de los estallidos populares que sacudieron recientemente a Paraguay y a Perú. Está instalada en la región una tendencia a levantarse frente a las políticas que descargan sobre las mayorías trabajadoras el peso de una crisis generada por un puñado de multinacionales y monopolios y los gobiernos a su servicio. En la medida que la crisis persiste y se agrava -agudizada por el precario acceso a la salud de las masas, base del deficiente manejo de la pandemia-, es inevitable la identificación entre el pronunciado deterioro económico y los responsables políticos de tal derrumbe.

Las últimas elecciones presidenciales en Ecuador y Perú son una expresión política de esta percepción. Por debajo de los análisis forzados que centran la mirada en un “neoliberalismo” triunfante en Ecuador o en un escenario político peruano polarizado entre sectores de centro izquierda y la reacción fujimorista , existe un volcán popular que anuncia novedades más allá de las urnas. En Ecuador la suma de abstención, voto nulo y en blanco es de un tercio del padrón, tanto en primera como en segunda vuelta, más de un 10% por encima de lo que se había registrado en la elección anterior. En Perú los dos candidatos más votados, juntos, representan una cuarta parte del padrón electoral, mientras el “voto bronca” duplicó la suma de las listas que van al ballotage. Cuando el prestigio de la democracia maniatada que conocemos se viene a pique, el falso progresismo se obstina en alentar las ilusiones populares en un régimen que cada vez engaña menos. 

Estos hechos le plantean responsabilidades mayores a la izquierda revolucionaria, cuya intervención debe servir para dar un vuelco en la situación que viven las masas trabajadoras de la región. Es por esto que la rebelión colombiana es una nueva bocanada de oxígeno para las aspiraciones democráticas y populares en América Latina. La “pausa” que impuso la pandemia a los procesos populares en marcha ha tocado su fin. La propia Cepal ha cuantificado en no menos de 22 millones de nuevos pobres sólo en 2020, mientras los millonarios se han enriquecido aún más. La situación social se está volviendo insostenible ya no solo para las recetas “neoliberales” sino también para las renegociadoras de la dependencia. Pone de relieve a su vez la necesidad de que surja una respuesta radicalizada y liberadora de los trabajadores y los Pueblos como única opción superadora a la tendencia neofascista, guerrerista y reaccionaria en curso en algunos países.

En Argentina el último episodio de envergadura de esta tendencia fue el 18 de diciembre de 2017 en las puertas mismas del Congreso Nacional contra la reforma jubilatoria impulsada por el gobierno de Macri. De ahí en más se sucedieron episodios importantes pero de menor volumen: Mendoza, Chubut, Andalgalá, Neuquén, Guernica y la persistencia del movimiento piquetero en las calles, entre los principales. Los esfuerzos de contención del estallido de sectores populares que apostaron al recambio institucional y las propias limitaciones de la izquierda consecuente para forzar la salida de Macri, prevalecieron transitoriamente. Esa disputa está abierta y en la medida que la situación por abajo se siga agravando, habrá nuevos episodios de confrontación abierta. Nuestra responsabilidad en esta verdadera hora de los pueblos está en dotar de un rumbo popular, democrático y revolucionario a las luchas por el bienestar y contra la opresión que laten en cada paro, cada piquete, en cada marcha, en cada olla popular. 

¡Viva la rebelión popular colombiana!

¡Abajo el gobierno asesino y pro yanky de Duque!

¡Contra el ajuste y la represión, paro, bloqueo y rebelión!

PRML 9/05/2021