Junto a la revolución cubana

Este domingo 11 de julio, algunos grupos de cubanos salieron a manifestarse en distintas localidades de la isla. Esto, que en cualquier otro país del continente forma parte del paisaje cotidiano, al suceder en Cuba, ha suscitado una cobertura mediática instantánea. En ningún caso las concentraciones superaron las 500 personas, aunque son las primeras movilizaciones de protesta en un cuarto de siglo. Desde 1994 -en pleno período especial-, no había convocatorias callejeras para reclamar al gobierno. 

Los reclamos están vinculados al faltante de alimentos, medicamentos e insumos varios, que están agravándose en los últimos tiempos. Referirse a la economía cubana o a sus problemas de abastecimiento de insumos básicos sin tener presente en primer lugar el bloqueo criminal al que viene siendo sometida la isla desde hace sesenta años por los Estados Unidos, no es serio. Pero además, hay que tener presente por un lado las 243 medidas unilaterales que tomó el gobierno de Trump, profundizando el bloqueo contra Cuba, las cuales mantienen plena vigencia con el gobierno de Biden. Recrudecimiento de las medidas restrictivas, de las sanciones a quienes comercien ciertos artículos con el gobierno cubano, persecución financiera contra el sector energético, entre las más relevantes. 

Por otro lado, la profundización de las dificultades propias del contexto generado por la pandemia que, si en cualquier país del mundo ha sido determinante, en la situación de Cuba es feroz. La economía cubana se contrajo un 11% en 2020, lo que no ocurría desde el período especial de los 90. El sector económico más afectado en todo el mundo -el turismo- es la columna vertebral de la economía y de la entrada de divisas en Cuba, y los efectos son lapidarios. La cosecha de azúcar -en parte debido a la escasez de combustible y de repuestos para las maquinarias- también está en un piso histórico. Sin divisas y trabado el acceso a combustibles e insumos de la producción, está la mesa servida para una crisis económica de proporciones.

En materia sanitaria, a pesar de la vigencia de uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo, los efectos de la combinación entre bloqueo y pandemia se están haciendo sentir. El faltante de medicamentos y de insumos para la producción y aplicación de vacunas es crítico. Aún así, Cuba sigue siendo un ejemplo en el manejo de la pandemia: 136 muertos por millón de habitantes, frente a los 1800 de EEUU o los 2200 de Argentina. Y como esto fuera poco, su población está siendo vacunada con las dos vacunas de producción estatal propia, caso único de soberanía e independencia científica y sanitaria en América Latina. 

Tanto la falta de acceso a medicamentos y alimentos, como el deterioro general de los ingresos populares, fruto de la reciente reconversión monetaria que ha implicado en los hechos una devaluación forzada de la moneda, son razones legítimas para explicar un descontento que evidentemente existe. Sin embargo, este escenario viene siendo aprovechado por intereses que no tienen nada de legítimo, y que buscan desestabilizar al gobierno y la Revolución, apelando a un libreto que ya se ha aplicado en numerosas ocasiones en varios países del mundo. La apelación a una incipiente “crisis humanitaria” por parte de personeros del imperialismo yanqui y la reacción continental, ONG’s financiadas desde Miami y medios de comunicación monopólicos, anticipa el rumbo que pretenden imprimirle a las manifestaciones que se insinuaron desde el domingo. Gestar la mayor convulsión social posible para instalar internacionalmente la “necesidad de ayuda humanitaria” para un pueblo “oprimido por su gobierno”, forzar así una desestabilización política y habilitar la posibilidad de una intervención imperialista que sepulte de una vez por todas la revolución que ha desvelado a la Casa Blanca desde 1959.

Es correcta la caracterización que hizo el presidente Díaz Canel tras recorrer las calles de uno de los epicentros de las protestas. Definió tres grupos bien diferenciados: revolucionarios afectados por la difícil situación, personas influenciadas por la propaganda injerencista que llega desde Miami, y un núcleo provocador de contrarrevolucionarios. Incluso reconoció “un nivel de insatisfacción que, unido a problemas acumulados que no hemos podido resolver y que venían desde el periodo especial, se unen a una feroz campaña mediática de desacreditación como parte de la guerra no convencional que trata de fracturar la unidad entre Partido-Estado-Pueblo”. Frente a esto convocó a defender la Revolución en las calles: “a la revolución la defendemos los revolucionarios, y en la primera fila, los comunistas”. La primera demostración de respaldo fue el lunes, y este miércoles se prevé una movilización masiva, con repercusión en muchas ciudades del mundo.

El injerencismo yanqui en Cuba es más viejo que la Revolución. Cambia de formas, métodos y ropaje, fracasa una vez tras otra, pero no deja de intentarlo. El propio presupuesto federal de los Estados Unidos dispuso en 2020 más de 30 millones de dólares para financiar la actividad contrarrevolucionaria tanto dentro como fuera de la isla. Y por fuera de los números oficiales están los enormes aportes a ONG´s como la “Fundación para la Democracia Panamericana” y su iniciativa “Cuba Decide”, cuyas banderas se han visto flameando en las concentraciones de estos días. La preocupación estadounidense y de sus aliados por asuntos humanitarios en Cuba, contrasta con su silencio cómplice con auténticos violadores seriales de los DDHH como son los regímenes de Arabia Saudita, Ucrania o Israel. El pueblo cubano y su Revolución se han ganado con su ejemplo y práctica de solidaridad antiimperialista durante 62 años, el respeto y el cariño de amplias masas en todo el mundo, y particularmente en América Latina. En este respaldo, que debe expresarse en las calles, se apoya la confianza de los revolucionarios cubanos en imprimirle una nueva derrota al imperialismo estadounidense. 

PRML 14/7/2021